Adiós General Yagüe, hola General Líster

Anda el personal muy revuelto en Madrid con lo de cambiar el nombre de las calles. Y cuando digo secta no hablo de los cuatro vándalos antisistema de siempre, sino del moderadísimo, dialogante y modélico PSOE, el mismo partido que los alemanes del SPD exhumaron en los años 70 para que liderase a la izquierda española tras el franquismo. Quieren que se cambie el nombre de 300 y pico calles porque recuerdan el «horror, la infamia, la sangre, la violencia, los asesinatos y el enfrentamiento entre españoles». Un grupete de vengadores de la memoria disfrazados de chupatintas municipales ha ensayado un piloto en la calle General Yagüe cambiando la placa por otra más, digamos, integradora: Calle Fraternidad. Se entiende por fraternidad la que ellos se dispensan mutuamente dentro del partido entre puñalada y puñalada.

Era previsible que, para el debut en General Yagüe se sacasen de la chistera lo de Fraternidad. Bien podría haber sido Concordia, Armonía o cualquier otro de los palabros que la izquierda suele meter de matute para encubrir sus verdaderas inteciones. Si se terminan saliendo con la suya no elimino que, tan pronto como cojan aire, demanden al ayuntamiento que la calle Fraternidad se renombre como Calle del Presidente Negrín o, peor aun, del General Líster. Extremo este que no me parecería del todo mal si, en lugar de general, le pusiesen su verdadera condición: la de matarife fanático al servicio de Stalin. Calle del matarife Líster. Perfecto para volver sobre la peor figura militar de la República.

Lo que no dicen es que esta calle, como casi todas a las que quieren cambiar el nombre porque sí, se ha llamado siempre así. General Yagüe está en un barrio de Madrid que fue urbanizado en tiempos de Franco por lo que, lógicamente, muchas de sus calles llevan nombres de generales de la guerra civil, de generales del bando vencedor por más señas. De hecho, perpendicular a General Yagüe está General Varela y, un par de manzanas en dirección a la Castellana, la calle Capitán Haya, legendario putódromo de Tetuán hasta que Manzano hizo limpeza hace cosa de 6 años. Los tres fueron militares sublevados en 1936 y posteriormente ocuparon cargos de relevancia en los gobiernos de la posguerra. En el caso de Varela, llegó a ministro y dimitió tras sufrir un atentado en Vizcaya. El atentado no fue obra de los comunistas sino de un grupo de falangistas quemados con el ministro. El primer franquismo no fue esa balsa de aceite política que muchos creen. Cuchilladas había entre las diferentes familias de un régimen que todavía no se llamaba así.

Volviendo sobre lo de las calles. Efectivamente, estos tres militares fueron golpistas, pero también lo fue Largo Caballero en 1934 y tiene su calle, a la que, naturalmente, no tengo nada que objetar. Por no hablar de avenidas, plazas y paseos dedicados a reyes absolutos, obispos encantados con el Santo Oficio y hasta emperadores romanos que disfrutaban de lo lindo con peleas de gladiadores. La Historia es lo que tiene, que no ha sido nada democrática, pero es la única que tenemos.

Cuando murió Franco se pensó con buen criterio que las calles debían volver a su nombre original. Así se hizo, por ejemplo, con la Gran Vía, que se llamaba José Antonio, o con Príncipe de Vergara, que mucha gente mayor aún sigue llamando General Mola por pura inercia. Junto a esto, se decidió equilibrar el callejero denominando a los nuevos viales con personajes ilustres del otro lado. Manuel Azaña, Pablo Iglesias, la Pasionaria… etc.

En estas estábamos, con todo el mundo contento, cuando vienen estos sacamantecas con lo del «horror, la infamia, la sangre, la violencia, los asesinatos y el enfrentamiento entre españoles» para resucitar a un muerto que llevaba muchos años enterrado. Su problema, un problema que pronto será el nuestro, es que no se conforman con reinventarse una plácida y próspera República que nunca existió, sino que pretenden ganar la guerra 70 años después. Para eso necesitan borrar una porción considerable de nuestra Historia, de la Historia de todos, la suya también. Simplemente porque no les gusta.

A mi tampoco me gusta, pongamos por caso, la Pasionaria o el mismo Largo Caballero, pero no por ello quitaría la calle de la primera y la estatua del segundo. Ambos forman parte de la Historia de España y eso ya es motivo para que los tengamos presentes, en el caso de estos dos, para que tengamos bien presente que el comunismo revolucionario existió y que fue extremadamente violento y cainita. Tanto o más que el fascismo.

Con todo, lo peor de esta parida socialista no es querer quitar a los generales de un lado para poner a los del otro, algo predecible en unos tíos que se identifican plenamente con el bando de Líster y Carrillo, que ya tiene cojones la cosa. Lo peor es que pretenden quitar las placas de escritores que fueron liquidados en Paracuellos, como Muñoz Seca o Maeztu, y la que homenajea a las propias víctimas de aquella matanza infame.

Esto si que tiene delito porque Muñoz Seca, por encima de que le ultimasen en Paracuellos, fue un dramaturgo importante en su época y hasta creo un nueo género teatral, el de la astracanada. Sólo por eso ya merece una calle. De Maeztu podría decirse algo parecido y en lo que toca a los que murieron en Paracuellos es indecente que quieran cambiar el nombre de esa calle. Por dos razones que están, además, al alcance de cualquiera:

– Siempre se ha llamado así.
– Eran inocentes asesinados por fanáticos.

Ya tiene mala leche que los que nos aúllan a diario para que recuperemos la memoria recordando a los muertos de Badajoz, hacen lo posible para que olvidemos a los de Paracuellos. Bien pensado, es perfectamente lógico habida cuenta que esta panda se considera a sí misma heredera directa de los autores de la masacre, mientras que el Partido Popular no hace lo propio con los militares sublevados. Eso es lo único cierto en toda esta triste historia.

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