Así cayó el Imperio Romano

A finales del siglo V de nuestra era se produjo uno de los hechos más relevantes de la historia universal: la deposición del último emperador romano, un niño de 15 años llamado Rómulo Augústulo. El encargado de solventar el trámite fue un tal Odoacro, rey de los hérulos, un pueblo germánico que, junto a los godos, había penetrado en el imperio a finales del siglo III.

El triste destino del jovencísimo Rómulo Augústulo marcó el fin del Imperio Romano, pero sólo de su parte occidental, la que englobaba a Italia, Hispania, las Galias, Britania, África, Dalmacia y Panonia. La oriental pervivió durante mil años más con ese mismo nombre pero en griego «Basileia Romaioi», aunque ha pasado a la historia como Imperio Bizantino.

El fin del imperio occidental supuso en muchos aspectos el inicio de la Edad Media europea, pero no se produjo en un sólo día, ni en un sólo año, ni siquiera en un sólo reinado. Constituyó un proceso histórico que se extendió durante casi tres siglos de decadencia marcada por la inestabilidad interna, la presión en las fronteras, las guerras constantes, la inflación y hasta el cambio climático, que enfrió ligeramente la cuenca del Mediterráneo, lo que afecto al rendimiento de las cosechas y produjo hambrunas y enfermedades.

Hoy en La ContraHistoria vamos a dar un repaso a este acontecimiento que de manera tan decisiva ha marcado la historia del mundo.

En El ContraSello:

  • La toma de La Habana en 1762
  • La independencia de Hispanoamérica en España
  • Dos matizaciones sobre la historia de la peseta

 

2 Comments

  1. En rigor, pasaron una buena cantidad de años para que se advirtiera que el imperio romano de occidente había dejado de existir. Cuando cayó Rómulo Augusto, se lo tomó como una de las tantas crisis que se venían repitiendo en el imperio romano de occidente, quizá una crisis distinta por el papel que de inmediato asumió Odoacro, pero crisis al fin. Luego de Teodosio, se aceleraron las crisis, no obstante lo cual no impidió que las legiones siguieran siendo un instrumento eficaz en el imperio, tal como lo demuestra la victoria frente a los hunos en la batalla de los Campos Catalaunicos.

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