La Primera Guerra Mundial duró cuatro años, tres meses y dos semanas. Fue una guerra larga y especialmente destructiva. Ocasionó más de 40 millones de víctimas: 18 millones de muertos y 23 millones de heridos. No es casual que los contemporáneos la bautizasen como «Gran Guerra». No se había visto nada igual. Aunque, por desgracia, sólo 20 años después sería superada en destrucción, en mortalidad y en crímenes por la Segunda Guerra Mundial.
Lo que suele pasar desapercibido es que esa guerra que había durado tanto concluyó con una simple ofensiva que duró sólo cien días. Se trató de una ofensiva aliada que comenzó con una batalla, la de Amiens, y terminó con el armisticio del 11 de noviembre. El ejército aleman ya no podía soportar más y este último empujón le hizo venirse abajo. Los aliados contaban con más de un millón de efectivos, entre los que se encontraban todos los estadounidenses de refresco.
La ofensiva de los cien días fue el canto del cisne de la guerra y también de los imperios centrales: ni el alemán, ni el austro-húngaro ni el otomano sobrevivieron a la derrota. Hoy en La ContraHistoria vamos a ver esta última gran batalla que puso fin a la Primera Guerra Mundial.
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Así terminaron los preámbulos de la segunda guerra mundial. Los soldados no pudieron decir «hasta aquí», aquel final fue un mero «hasta luego», y si la Gran Guerra fue una carnicería sin sentido fue en gran medida porque el término de la misma no cerró nada en las mentes de los implicados. Como dijo Goscinny por medio de Asterix: -¡Esto es el acabose! -No exagere usted, tan solo es el continuose del empezose.
Un cordial saludo.