Austria o la gran derecha

Como hace año y medio en España, en Austria están sin Gobierno. Sólo diez días por ahora, pero podrían ser mucho más si no se ponen de acuerdo. Las elecciones del pasado día 15 dejaron los escaños del parlamento, el Nationalrat que llaman en Austria, muy repartidos entre cinco fuerzas políticas. El ganador, el Partido Popular de Austria (ÖVP), obtuvo 62 escaños, pero necesita 30 más para poder gobernar en solitario. Sólo hay dos partidos que le pueden dar esos 30 diputados: el Partido Socialista (SPÖ) y el Partido de la Libertad (FPÖ). Luego la cosa no pintaba fácil desde el principio. O reeditan la actual gran coalición entre socialistas y conservadores o forjan una alianza de derecha pura entre el ÖVP de Sebastian Kurz y el FPÖ de Heinz-Christian Strache. Pero la semana pasada el SPÖ dijo que se apeaba, que no quería pactar, lo que arroja a Kurz de cabeza a los brazos de Strache.

Austria es un país rico, pequeño, pacífico y poco dado a meterse en líos. Tiene el tamaño aproximado de Castilla-La Mancha, ocho millones y medio de habitantes y, hasta hace no muchos años, era junto a Suiza el paradigma de la neutralidad. De hecho su fiesta nacional conmemora el día en el que el parlamento declaró la neutralidad perpetua allá por 1955. Esa es la razón por la que no está (ni estará) en la OTAN. Pero que sus habitantes tengan la voluntad de vivir tranquilos y ajenos a los afanes del mundo no significa que el mundo se lo vaya a permitir. Austria hace frontera con una de las zonas más conflictivas de Europa: los Balcanes, lo que la pone siempre en el ojo del huracán. Lo vimos con toda su crudeza hace dos años con el éxodo de refugiados sirios, una marea humana que chocó con fuerza contra las fronteras austriacas.

La desconfianza hacia lo extranjero, especialmente hacia lo balcánico, es un temor secular en Austria. Hace casi 20 años el entonces líder del FPÖ, Jörg Haider, se hizo famoso en toda Europa por batallar contra la inmigración, especialmente la de origen eslavo. De Haider pocos se acuerdan porque hace nueve años se mató en un accidente de circulación, pero durante un tiempo decir haideriano era lo mismo que decir nazi. Haider no está, pero su partido no ha cambiado demasiado desde entonces. Sigue con los mismos temas: una postura marcadamente anti establishment, oposición radical a la inmigración, un acendrado euroescepticismo y una idea de la patria (el heimat que llaman ellos) un tanto mística.

Pero a Kurz no le queda otra opción. Tendrá que limar aristas y llegar a un acuerdo de mínimos que no le ocasione problemas en Bruselas y que, al tiempo, le garantice el apoyo de los 51 diputados de Strache. En un momento como el actual, con tantos frentes abiertos, especialmente el gran frente del Brexit, en Bruselas no creo que se pongan demasiado exquisitos. Austria, a fin de cuentas, jugó un papel importante en la crisis de los refugiados de 2015. Es decir, tienen motivos de queja, motivos fundados quiero decir. Y ahí tenemos los resultados del día 15. El FPÖ ganó 11 diputados con respecto a las elecciones de 2013, el ÖVP 15 y los liberales de NEOS se han hecho con un escaño extra. Para la izquierda, por el contrario, estas elecciones han sido lo más parecido a una hecatombe. Los socialistas se han quedado como estaban (y dando gracias) y Los Verdes, que se sitúan ideológicamente a la izquierda del SPÖ, han desaparecido del Nationalrat. Han pasado de 24 escaños a cero, en parte por una escisión interna provocada por Peter Pilz, que se ha puesto por su cuenta y ha sacado 8 míseros escaños.

El mapa político austriaco, en suma, se ha escorado hacia la derecha por lo que todo lo que cabe esperar es un gabinete de derechas sin muchas concesiones a la agenda socialdemócrata. El propio Kurz empleó durante la campaña electoral cierto discurso anti inmigración. A él se debe, por ejemplo, la prohibición del velo completo mientras era ministro. Además de eso, ha propuesto recortar los subsidios para los refugiados y crear una especie de centros fuera de la UE en los que se procesen las solicitudes de asilo antes de que el refugiado ponga un pie en Europa. Es previsible que Kurz le ofrezca a Strache acordar un paquete de medidas para llevar a Bruselas que incluya un reforzamiento de las fronteras comunitarias. Y, ojo, que algo así podría ser hasta bien recibido, porque si algo aprendimos de la crisis de 2015 es que Schengen sólo es sostenible si se aplica una política de asilo común.

Con esto Merkel está más o menos de acuerdo, pero no en la misma línea que Kurz o que otros Gobiernos como el de Hungría o el de Polonia que, como Austria, son fronterizos con el este. La cuestión de fondo es que Europa por su geografía no tiene un sellado de fronteras sencillo. Por el este y por el sur hay miles de kilómetros muy complicados de vigilar. Los países centroeuropeos lo saben, también lo sabe Italia, Grecia o España, que custodian el confín meridional. Este es un debate pendiente desde hace dos años y que no termina de librarse por el desacuerdo entre los Estados miembros.

La Comisión propuso hace un par de años crear una guardia fronteriza paneuropea para sustituir a la Agencia de Fronteras Exteriores (Frontex), que es absolutamente incapaz de coordinar una tarea de tamaña envergadura. La propuesta se tradujo en un fortalecimiento de Frontex (le subieron el presupuesto) y ahí quedó la cosa en espera de la siguiente crisis. Si Kurz se demuestra tan bueno consiguiendo acuerdos como convenciendo a los votantes podría terminar con un aliado sospechoso pero leal y con la UE de su lado. Es joven (31 años) y ambicioso. Llegó a secretario de Estado con sólo 25 y a ministro con 27. Parece un tipo persuasivo, pero Bruselas no es Viena, es algo bastante peor.

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1 Comment

  1. Austria tiene el gobierno en funciones, lo que es garantía de que no va ha tomar ninguna decisión calamitosa en breve. El sospechosamente joven ganador de las elecciones tiene ante sí la tarea de conformar un gobierno con el apoyo de un partido que ha pasado de ser una rareza, a ser un peligro, y ahora, a ser una realidad permanente. El Haiderismo sostendrá al canciller, la homologada socialdemocracia conservadora tendrá que bailar con el nacional socialismo popular. Mi apuesta es que a que Sebastián le van a salir sus primeras canas en esta legislatura.
    Un cordial saludo.

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