El viernes pasado se alcanzó un primer acuerdo entre Bruselas y Londres tras 18 meses de negociaciones. No es sobre el divorcio en sí, sino sobre las condiciones del divorcio. Aunque todavía no es seguro, esta semana hay cumbre europea y allí se ratificará. Si lo hacen este primer documento en el que se abordan los temas más polémicos (derechos de los europeos en el Reino Unido, la frontera irlandesa y la factura final) será la base sobre la que se culmine la separación.
Teresa,la sonrisa británica de un Brexit en el que no cree, y Juan Claudio, la sonrisa europea que considera el Brexit un lapo en la cara, sonreían felices ante el principio de conato de asomo de croquis de proyecto de primera fase de acuerdo. A Teresa le ha faltado tiempo y le ha sobrado cuajo para presentar este trazo de futuro consenso como algo positivo para los votantes del Brexit y para los votantes de la permanencia en la Unión Europea. Peajes de tener la popularidad en mínimos y una absoluta falta de ideas claras. Juan Claudio, por su parte, se ha quedado a gusto presentando a la Unión Europea como un un divorciado modélico, sin rencores ni fuente de dificultades, mientras que deja a los tecnócratas el fregao de tan farragoso asunto, en la tranquilidad de que Unión Europea pierde menos y el tiempo corre, vuela a su favor. Están de acuerdo en que habrá que llegar a un acuerdo. Pues vale.
Un cordial saludo.