Las negociaciones del Brexit han vuelto a ponerse en marcha tras la declaración de intenciones de hace dos meses. Y no pintan muy bien. En Londres empiezan a acariciar la idea de irse dando un portazo. Eso al menos es lo que se extrae de la prensa británica. Son tantos y tan variados los problemas que presenta este asunto que al final los damnificados serán muchos. Es materialmente imposible contentar a todos. Eso May y su negociador, David Davis, lo saben bien. Adonde no quieren mirar es hacia el oeste, hacia Irlanda. Allí se encuentra el mayor escollo y no tienen ni idea de cómo hincarle el diente.
Tras la foto de la concordia entre UE-UK llega el momento de redactar un acuerdo que resultará desfavorable para el UK en todos los supuestos pues él es el deudor y él es quien ha de modificar su legislación. Lo peor no es su posición débil sino que quien ha de gestionar esa posición no tiene ni las ganas, ni la inteligencia ni los apoyos necesarios para hacer de la necesidad virtud y de la debilidad una ventaja. La UE no tiene especial prisa en mostrarse sin uno de sus pilares y Teresa no tiene especial prisa en quedar en evidencia, por lo que la actitud de demora, que ha sido la que ha regido la negociación hasta ahora, será la que siga rigiendo.
Un cordial saludo.