Empieza hoy en Buenos Aires la cumbre del G-20, una cumbre en la que se tratarán diversos temas de alcance global como el cambio climático, la brecha entre los países desarrollados y los subdesarrollados o la inversión en infraestructura. Pero todos ellos serán asuntos menores al lado de la disputa comercial entre China y EEUU y de los tambores de crisis económica que se oyen lejanos en el horizonte.
Donald Trump y Xi Jinping se verán las caras finalmente tras un año en el que la temperatura entre las dos principales economías del planeta ha subido varios grados. En Buenos Aires puede parirse un buen acuerdo o consumarse la ruptura. A los dos les interesa lo primero, pero a China algo más.
China ha pedido árnica en el G-20 Bonaerense, en forma de retraso de la subida de aranceles prevista, y los EEUU la han concedido calculando que esta guerra es una ruina, incluso ganándola, y que los chinos, si finalmente reculan, lo harán a la china, es decir, con demora. Parece que la idea de que «si las economías están imbricadas no existen intereses opuestos sino ambivalentes», va entrando en la cabeza de los implicados y van asumiendo que disparar al rival es dispararse en los propios pies, por lo doloroso y limitante de la situación. De todas formas, conociendo los prontos de Donaldo y los incumplimientos chinos, este armisticio está cogido con alfileres en temporada de huracanes y serán los próximos acuerdos los que marquen la solidez de esas nuevas relaciones de cordialidad y cooperación que se han anunciado.
Un cordial saludo.