Cuenta atrás para las FARClecciones

Cuando en septiembre de 2016 se firmó en Cartagena de Indias el acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y los guerrilleros de las FARC una de las condiciones innegociables era que la guerrilla saliese impune. No debía haber ni vencedores ni vencidos. Era un acuerdo de punto final, algo así como hasta aquí hemos llegado y empezamos de cero sin echarnos nada en cara. Todo muy bonito, muy moderno, muy millenial, pero eso implicaba no sólo que los cabecillas de las FARC se irían a su casa sin responder por sus crímenes, sino que esos mismos cabecillas podrían optar a un escaño en el Congreso e incluso a la presidencia de la República.

Santos se lo puso incluso más fácil. En virtud de los acuerdos de La Habana las FARC ocuparían 10 escaños en el Congreso (5 en la Cámara de Representantes y 5 en el Senado) sin importar sus resultados en las elecciones. Dejando a un lado la injusticia y el quebrantamiento del principio de representación, cabría preguntarse si eso es mucho o poco. En el caso de la Cámara de Representantes supone un 3% de sus 166 escaños. Hay un total de siete partidos en la cámara que cuentan con 5 diputados o menos. A Opción Ciudadana, por ejemplo, le costó medio millón de votos hacerse con sus cinco representantes. En el Senado el premio es aún mayor. El Senado colombiano tiene 102 escaños, luego las FARC ocuparán un 5% del hemiciclo sólo por existir. La Alianza Verde, el partido por el que Antanas Mockus se presentó a las presidenciales hace ocho años, necesitó otro medio millón de votos para conseguir cinco senadores. Las FARC no necesitarán ninguno, ya los tienen por obra y gracia de Santos.

Este no es el único privilegio que les han concedido. La FARC, que así se llama el partido, un acrónimo de Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, mantendrán la personalidad jurídica aunque les vote menos del 3% del electorado tal y como estipula la ley colombiana. Tampoco se verán en apuros financieros. Los partidos colombianos pueden acceder al subsidio estatal si superan el 1,5% de los votos a nivel nacional. No así la FARC, que desde ya mismo está enchufada el Tesoro colombiano sin haber recibido un solo voto. Al final resulta que vencidos no sé si hubo, vencedores hubo uno: la guerrilla.

La oposición colombiana lleva meses denunciándolo en todos los foros, tanto nacionales como internacionales, pero sin demasiado éxito. El asunto este de la paz en Colombia es un caso de manual de mirar hacia otro lado y luego tener que lamentar las consecuencias. Y no, no exagero. No hay más que mirar pausadamente a los candidatos que la formación guerrillera presenta a las elecciones. En el diario PanAm Post, uno de mis periódicos de referencia en el que, por cierto, Vanesa Vallejo tiene un podcast, han hecho varios especiales sobre el tema. Conforme los voy leyendo peor cuerpo se me pone.

Tras los acuerdos de paz las FARC metieron tres representantes en el Congreso, así, por las buenas, sin necesidad de elecciones. Tienen voz pero no voto. Se trata de tres intelectuales de izquierda no involucrados con la «lucha armada» que se hacen llamar «Voces de Paz» para no asustar a los colombianos que, con razón, recelan de todo este teatrillo absurdo. Ha pasado ya más de un año de aquello y las nuevas FARC reconvertidas en partido político han metido lo de las voces y lo de la paz en un arcón. Ahora, a dos meses de las legislativas, van directos.

De los 23 candidatos al Senado 12 son ex guerrilleros, tipos con infinidad de crímenes a sus espaldas. El cabeza de lista es Luciano Marín Arango, alias Iván Márquez, una joyita sobre la que pesaban 198 órdenes de captura y que fue condenado en 28 ocasiones por asesinato, secuestro y diversos actos de terrorismo. El número dos, Jorge Torres Victoria, alias Pablo Catatumbo, tenía 51 órdenes de captura y tres sentencias en firme que le condenaban a 84 años de prisión. Y así podríamos seguir hasta el infinito… o hasta Griselda Lobo, viuda de Manuel Marulanda, alias Tirofijo, líder histórico de la guerrilla felizmente fallecido en la selva en 2008, que también va en las listas. Las listas de la FARC son la parada de los monstruos.Hay asesinos, extorsionadores, secuestradores, narcotraficantes… Es como colocar a los jefes de la Cosa Nostra a disputarse la presidencia de Italia en unas elecciones.

Pero no es extraño habida cuenta de quién es su candidato a presidente: Rodrigo Londoño, más conocido como Timochenko, último comandante en jefe de las FARC antes de su disolución. Londoño es un criminal múltiple acusado de homicidio, secuestro, narcotráfico, conspiración, hurto, reclutamiento de menores y un rosario inabarcable de delitos que le granjearon en su momento 117 órdenes de captura. Fue condenado a prisión en varias ocasiones con penas que suman 178 años. Hasta hace año y medio estaba en busca y captura por la Interpol y su nombre figuraba en las listas de terroristas más buscados de EEUU, la UE y prácticamente todos los países de América con la excepción de Venezuela y sus aliados más cercanos.

Pues bien, este tipo quiere ser presidente de Colombia. Increíble pero cierto. Los colombianos están tristemente habituados a una interminable gama de políticos corruptos y de indeseables de todo pelaje, pero nunca antes la República había caído tan bajo. Alguien así debería estar en la cárcel no en la antesala de la presidencia. Solo nos queda esperar que la sensatez y el sentido del pudor se apoderen de los colombianos, especialmente de la izquierda colombiana, que no debería bajo ningún concepto someterse a esta recua de carniceros.

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1 Comment

  1. Tras décadas de incapacidad estatal para garantizar la paz, llegó Juan Manuel y, calculando que los colombianos estarían ya hartos de morir de pie, se le ocurrió que ya era hora de que sus gobernados vivieran de rodillas. Dicho y hecho, la justicia, el Estado de Derecho y la dignidad se fueron hacia La Habana, al tiempo que los criminales se colaban en la política y en el presupuesto. Quiso además Juan Manuel legitimar su indecencia con un referéndum, que le salió rana porque los colombianos aún no estaban por hincar la rodilla, pero con un poco de representantes del pueblo, un poco de premio Nobel y un mucho de neo-lengua, a saber: rendición significa paz, impunidad significa reconciliación, criminales en las instituciones significa un nuevo futuro…todo ha ido saliendo según sus planes.
    De nuevo los colombianos opinarán sobre si tragar tanta indignidad o no, pero ya van heridas, de iniquidad, las víctimas de las FARC, y de muerte, las instituciones colombianas.
    Un cordial saludo.

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