Se publicó esta semana una encuesta demoledora para el presidente Mauricio Macri. Tres años después de su toma de posesión cunde el desánimo en el país y, especialmente, entre quienes le votaron en 2015. El año que dejamos atrás ha sido el peor con diferencia para el mandatario argentino. La crisis económica se ha agudizado y lo peor es que Macri se ha quedado sin recursos, tanto políticos como dialécticos.
A la vista de los datos su programa gradualista ha fracasado. Ninguno de los grandes desafíos que se propuso al llegar a la Casa Rosada los ha resuelto satisfactoriamente, por lo que muchos argentinos vuelven su mirada hacia candidatos populistas. El eterno retorno del peronismo del que Argentina no se termina de librar por más que pasen los años.
Cuando se postula un cambio político, en realidad se viene a bregar con intereses creados que no aceptan cambios, por lo que son los cambios en las formas lo que uno puede exhibir hasta que la cruda realidad le alcanza. Como Mauricio no iba a cambiar los intereses creados y ha apostado por un gradualismo que hace imperceptible cualquier variación, pues la realidad le ha atrapado pronto y sin argumentario, por lo que su popularidad se desploma con celeridad. No ha sabido disfrazar sus errores con pamplinas sobre una nueva justicia, una nueva Argentina o una nueva igualdad, así que todas sus ineptitudes le han aplastado inmisericordemente. El siguiente en el cargo quizás sepa vender una nueva etapa de renovación y equidad para La Argentina, lo que le podría dar algo más de tiempo de aprobación general hasta que la incapacidad para doblegar los intereses creados aterricen al personal en la cruda realidad. Mauricio ha tomado tierra con los dientes por delante.
Un cordial saludo.