El Gobierno y Unidos Podemos acordaron ayer un plan presupuestario para el año próximo que tendrán que enviar ahora a Bruselas para lo aprueben. El pacto trae muchas novedades y casi todas malas, muy malas o directamente pésimas. En muchos aspectos es más el apartado de economía de un programa electoral que un acuerdo de presupuestos. Saben que hay elecciones cerca y ambos toman posiciones para cuando toque puedan poner sobre la mesa hechos contantes y sonantes.
El acuerdo incluye una gran subida del SMI, un aumento en la dotación para vivienda social, gasto público aquí y allá, un cálculo muy fantasioso la recaudación y, como remate, un sablazo fiscal de proporciones ciclópeas. Encontrarnos con esto tan pronto como el mes de octubre tiene sus indudables ventajas. Sabemos ya que pasará si terminan ganando las elecciones. Porque es bastante difícil que esto lo terminen sacando adelante con la mísera renta parlamentaria que ambos tienen hoy en las cámaras.
Más déficit, más deuda, más impuestos y más intervención de mercados. Qué puede salir mal. Ahora falta que en Bruselas hagan la vista gorda y algún trato inmoral con los secesionistas, y listo. Y si no sale, a elecciones para poder vencer a los antisociales. Una propuesta descabellada para seguir o para quedar bien, Pedro en su salsa. Claro que si no ha sido capaz de aportar una idea presentable en asuntos menores nada inteligente podía esperarse para la ley de presupuestos que resulta ser la más grave y crucial para todo gobierno. Al pastel de mamarrachadas que lleva elaborando desde su arribada le quiere plantar una insensatez acorde con su ego y su memez a modo de guinda. Estos que se dedican a mangonear el dinero de los demás proponen confiscar más y sermonearnos. De traca.
Un cordial saludo.