El motín de los chalecos

Este fin de semana París no fue una fiesta como reza el título de las memorias de Ernest Hemingway, sino una hoguera. Tras varias semanas de protestas de un colectivo autodenominado «Chalecos amarillos», el pasado sábado la situación se desbordó en el centro de la capital. Unas 1.500 personas con ganas de gresca se enfrentaron a los antidisturbios de la policía ocasionando grandes destrozos, más de cien heridos y tres centenares de detenidos.

Se atrevieron incluso con el Arco del Triunfo, uno de los símbolos de Francia. Lo pintarrajearon a placer con grafitis y encendieron fuegos en los Campos Elíseos. Una postal no precisamente turística de la ciudad de la luz. Vamos a desentrañar las claves de este inesperado y extraño movimiento.

1 Comment

  1. Enmanuel se figuró que como no mostrarse sensible al medio ambiente es reconocerse malvado, puede calzar cualquier ignominia apellidándola pro-medioambiental. Y así lo hizo gravando un bien de primera necesidad con un sobreimpuesto al que ya soportaba y con la pamplina del medio ambiente, como si el Estado Francés tuviera la más remota idea o capacidad sobre cómo afrontar un problema global. Así que los culpables contaminadores tenían que acatar la violencia estatal de la imposición fiscal con una sonrisa y propósito de la enmienda. En vez de la sumisa reacción esperada el personal ha intuido la estafa, el insulto y el saqueo y perdiendo toda razón y legitimidad se ha dedicado a violentar las calles destruyendo propiedades públicas y privadas con gran desahogo de los individuos y ninguna capacidad de corrección del sistema impositivo. Puede que retiren este impuesto o que cambien de mandamás, pero para que otro mandamás les calce cientos de impuestos con escusas quizás más elaboradas.
    Un cordial saludo.

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