Frente a los piquetes, el móvil

blackberry-camaraYa sé que parece chocante decirlo, pero la mejor arma con la que va a contar el currela mañana va a ser algo tan pequeño, delicado e insignificante como su teléfono móvil. Y no porque el modo idóneo de oponerse a la coacción piquetera sea atizar con el teléfono la piquetada enfurecida –yo con un iPhone no lo haría, por el iPhone, básicamente– sino porque el teléfono móvil es hoy mucho más que un simple teléfono móvil.

Entre la última huelga general de junio de 2002 y la de este mes hay una diferencia fundamental: se ha producido un espectacular salto tecnológico en la telefonía móvil. Acuérdese de cómo era su móvil de hace ocho años. Aquellos entrañables ladrillos con su pantalla de matriz de puntos, su amplio teclado, su color negro, su poderosa antena sobresaliendo por encima del terminal… Servían para llamar por teléfono, para recibir llamadas de teléfono y, ¡oh!, gran novedad, para enviar y recibir mensajes de texto. Algunos, los menos, incorporaban una agendita con su calendario y los primeros politonos, pero poco más.

Piense ahora en lo que lleva en el bolsillo. Pantalla a todo color de gran tamaño, una o dos cámaras, grabadora de voz, capacidad para hacer fotos y grabar vídeos de una calidad decentilla, e-mail e interné a velocidades de vértigo, videojuegos, mensajes mms, reproductor de MP3… Los móviles son una maravilla de la tecnología moderna. El problema es que son tan comunes, tan numerosos y estamos tan acostumbrados a verlos a todas horas en todos los sitios que no nos damos cuenta de sus extraordinarias cualidades.

En circunstancias normales, el móvil lo seguimos utilizando para hablar, pero si estamos de vacaciones sacamos fotos con él; si necesitamos grabar una notita de voz, la grabamos con él; si nos pilla un retraso en el aeropuerto, echamos el rato navegando por Internet o jugando al Tetris. En definitiva, el móvil se ha convertido en un compañero perfecto para casi todo.

Pero de todas las ventajas que tiene, la mayor es que nos permite, aparte de comunicarnos, atrapar lo que nos rodea y luego enviarlo a toda velocidad o descargarlo en un ordenador y subirlo a Internet. Lo que nos rodeará mañana a los sufridos habitantes destepaís (antes ciudadanos españoles), es una huelga general convocada por los sindicatos (de clase), pero no contra el Gobierno, sino contra los empresarios y un partido que lleva más seis años en la oposición. Sí, es así de estúpido, pero este es nuestro zapaterino sino mientras la Santa Madre Izquierda siga mandando y disponiendo.

palm_centro_9Las huelgas, las generales y el resto, suelen consistir en que los que hacen huelga montan una cosa llamada piquete que «informa» a los que han decidido no hacerla de un modo, digamos, poco informativo. Es algo que todo el que ha vivido de cerca una huelga lo sabe. Al que no comparte los motivos de la convocatoria y trabaja se le considera un esquirol, que, para un sindicalista, es lo peor que se puede ser el mundo después de patrón.

Chocan, pues, dos derechos. El de ir a la huelga y el de trabajar. Como los primeros lo tienen más claro y disponen de ciertas herramientas altamente disuasorias suelen salirse con la suya. Si a algún ingenuo se le ocurre llamar a la policía puede esperar, sentado preferiblemente, y si comete el error de resistirse a la coacción será, en el mejor de los casos, tachado de provocador; en el peor apaleado sin piedad.

Así las cosas, ¿qué defensa nos queda? Repasemos. Si vamos a trabajar, malo, porque el piquete no desaconsejará hacerlo con no muy buenos modales, o, Dios no lo quiera, nos colgarán el sambenito de esquiroles. Si no vamos, peor, porque nos descontarán el sueldo de ese día. Si vamos y nos enfrentamos al piquete, corremos el riesgo de llevarnos una reprimenda sindical, nada recomendables, por cierto.

Existe una cuarta opción, la de ir a trabajar, no enfrentarse al piquete pero grabar todo lo que digan y hagan con nuestro inestimable aliado el teléfono móvil. Luego, ya en casa, podemos subir esas fotos, esos vídeos y esos audios al interné, que es un libérrimo medio en el que la cortapisa sindical nada puede hacer. Podría suceder que no supiésemos subir cosas al interné (que sucede), en ese caso envíenoslas aquí, a su casa, a su Libertad Digital, que lo publicará gustoso a todo color y, si es caso, en alta definición y en estéreo.

Esta del móvil es, probablemente, la mejor venganza que puede uno tomarse. Sin violencia, sin malos rollos, sin tener que discutir. La magia de interné hará el resto. Hágame caso, frente al piquete, cerciórese de que su móvil no está de huelga.

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