Ni una semana después de la invocación del artículo 50 del Tratado de la UE y ya tenemos en asunto de Gibraltar encima de la mesa. Esta vez, eso sí, ha empezado en el Reino Unido. Un pez gordo del Partido Conservador y un ex ministro de Thatcher se han puesto bravos y dicen estar dispuestos a cualquier cosa (incluida la guerra) para que Gibraltar siga siendo británico. Pero la cuestión no es esa. La cuestión es si Gibraltar puede empezar a ser gibraltareño que es, al parecer, lo que desean sus habitantes. Esa cuestión, sin embargo, apenas se trata. Unos emplean la ciudad como símbolo y otros como moneda de cambio.
A los gibraltareños les ocurre como a todo el mundo, tienen deseos, una historia heredada y un marco legal vigente que les condiciona. Pueden desear ser británicos y votarlo en referéndum, lo que no pueden es votar que la guerra de sucesión española no sucedió o sucedió en otros términos, ni pueden votar que no son un territorio británico de ultramar reclamado por España. En Utrecht,el pretendiente francés a la corona española obtuvo el reconocimiento inglés a su pretensión a cambio, entre otras cosas, del peñón. Es decir, que Gibraltar fue una contrapartida, no un robo, y que la entregó FelipeV sin consultar a los españoles y menos a los que en Gibraltar estaban. Ahora está por llegar un nuevo marco legal surgido del brexit y, de nuevo, los deseos de los locales se supeditarán a los intereses de dirigentes europeos.
Un cordial saludo.