Guinea, las Guineas y la guinea

Si escuchamos la palabra «guinea» seguramente lo primero que nos viene a la cabeza es el nombre de un país. No andamos desencaminados aunque no es el nombre de un país, es el nombre de tres países. A saber: Guinea, Guinea Bissau y Guinea Ecuatorial. También es el nombre de un golfo gigantesco en el océano Atlántico, de hecho el mayor de ese océano y el más grande de África que, por lo demás, es un continente muy mazacote.

Guinea es también el nombre de una moneda de oro muy apreciada que se acuñó en Gran Bretaña durante siglos. Una guinea era un cuarto de onza de 22 quilates de pureza. Tras las guerras napoleónicas los ingleses la sustituyeron por la libra en el reajuste monetario que se vieron obligados a hacer para equilibrar la economía tras tantos años de guerra. Con la libra siguen, aunque ahora no es de oro sino de níquel. La guinea dejó una impronta permanente en la lengua común y aún hoy todavía se emplea el término en ciertos ambientes como las carreras de caballos.

El nombre de la moneda proviene de la región africana a la que me refería antes. En lo que hoy es el golfo de Guinea durante siglos hubo boyantes establecimientos comerciales europeos atraídos por la relativa abundancia de oro (de ahí lo de la moneda) y por la abundancia absoluta de esclavos. No hubo apenas una sola potencia del continente que no contase con su base de operaciones y avituallamiento allí. Una base siempre costera. El interior de África fue un lugar desconocido para los europeos hasta bien entrado el siglo XIX. No así sus costas, exploradas con denuedo por los navegantes portugueses durante los siglos XIV y XV. A ellos se debe el nombre.

Guinea viene del portugués Guiné. Los portugueses no lo inventaron, simplemente se lo escucharon a los árabes. Los europeos del siglo XV observaron que tras rebasar el río Senegal dejaban de encontrarse moros («maurii») y se encontraban gente de piel mucho más oscura que muchas veces ni siquiera practicaba el islam. Los pueblos del norte de África llevaban siglos en contacto con ellos y ya les habían puesto un nombre. Les llamaban «ghenewah» que en árabe significa algo así como «gente quemada«. Los marinheiros portugueses simplemente tomaron el término prestado y lo adaptaron a su lengua. Así nació la palabra guinea y, con ella, el territorio conocido como Guinea.

Los Señores de Guinea

Los territorios existen porque alguien los nombra, y si los nombra es porque los posee. Una vez que los navegantes portugueses se sintieron seguros yendo y viniendo de las costas africanas a su país pensaron que lo suyo era crear un señorío en ellas. Así, en 1483 Juan II se autoproclamó Señor de Guinea. Título que los reyes de Portugal mantuvieron hasta el último de sus días como tales, hasta el 5 de octubre de 1910 concretamente, día en que fue proclamada la República Portuguesa. Otro de los títulos que desaparecieron aquel aciago día fue el de Señor de la Navegación y el Comercio, creado por el rey Manuel I tras la llegada de Vasco de Gama a la India. Una pena porque, ¿quién no querría ostentar ese título tan espléndido?

El señorío luso de la Guinea era más simbólico que otra cosa. Los portugueses fueron los primeros en llegar y establecieron algunas colonias en la zona. Las dos más famosas fueron Santo Tomé y Príncipe y Guinea Bissau, que alcanzaron su independencia en 1975. Fueron, por lo tanto, los primeros en llegar y los últimos en irse. Entre medias casi no hubo principado europeo que no se interesase por aquel remoto lugar. Desde Senegal hasta Angola hubo asentamientos franceses (Costa de Marfil, Dahomey, el Congo y lo que hoy es Guinea), británicos (Gambia, Sierra Leona, Costa de Oro y Nigeria), españoles (Fernando Poo y Río Muni), alemanes (Togoland y Camerún) y belgas (el Congo ídem).

Otras potencias estuvieron presentes en la zona, básicamente en lo que hoy es Ghana, pero perdieron sus colonias, las abandonaron o las vendieron. Los daneses, por ejemplo, levantaron una línea de fuertes en lo que hoy es la costa de Ghana y en 1850 se los vendieron al Reino Unido. Los suecos no llegaron a venderlas, Dinamarca se las había arrebatado por las malas mucho antes. Los holandeses llegaron pronto, en 1598, y construyeron el Fuerte Nassau, luego sacaron a los portugueses del Castillo de Elmina, fundado en 1482 y que fue el primer asentamiento europeo al sur del Sáhara, y compraron Gross Friedrichsburg a Prusia por 7.200 ducados. Los holandeses se dedicaban esencialmente al tráfico de esclavos, al abolirse éste la colonia perdió su sentido y cedieron sus posesiones al rey de Inglaterra.

De modo que tenemos una guinea francesa, una portuguesa, una española, una británica, una belga, una alemana, una danesa, una sueca, una holandesa y una prusiana. El señorío portugués original como puede verse terminó muy bien repartido.

Cuando se produjo la división y reparto de África en la Conferencia de Berlín (1884) tres de las colonias adoptaron el nombre de guinea: la portuguesa, la española y la francesa. De ahí nacieron los tres Estados soberanos actuales que mencioné más arriba. En Guinea Bissau se habla portugués, en Guinea Ecuatorial español y en Guinea (a secas) francés. Eso es más o menos todo lo que ha quedado de esta historia tan ajetreada. Y no es poco.

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