¿Hay que delatar a los fumadores?

No, porque establecería un peligroso precedente de delaciones anónimas que lo único que crean es desconfianza entre los ciudadanos y, a la larga, una fractura social muy difícil de revertir. La Historia nos enseña que la delación entre individuos descoordina y debilita a la sociedad civil y pone sólidos cimientos al despotismo político.

No, porque las delaciones no son propias de sociedades abiertas, sino de tiranías liberticidas como la nazi o la soviética. España debe aspirar siempre a formar parte de las primeras, no de las segundas.

No, porque convierte a los ciudadanos en mitad burócratas, mitad policías. Aproximadamente lo mismo en lo que los sátrapas comunistas de la República Democrática Alemana transformaron a sus involuntarios súbditos. La infame Stasi funcionaba gracias a una inmensa red de informadores anónimos, más de 300.000, uno por cada 50 alemanes. Este tipo de regímenes totalitarios son los que inspiran ideas de casquero como la de la delación anónima.

No, porque fumar no es un delito y la Ley que el Gobierno ha aprobado para restringir los derechos de los fumadores va contra los principios generales del derecho, violarla implica penas desproporcionadas y supone una disparatada intromisión del poder político en la vida privada de los ciudadanos. Siempre que haya consentimiento entre las partes fumar no es más que un hábito elegido libremente.

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