Encontré anoche en Twitter esta cadena. Me llamó la atención porque cuenta una historia completa, con su estructura argumental de introducción, nudo y desenlace. Es la historia de dos españoles cualquiera de los muchos que forman parte de la base electoral de Podemos, esos cinco millones y pico de personas que hasta hace un par de años votaban a otros partidos o simplemente no votaban. Hace un tiempo, cuando Podemos nació, se decía que en España no había más de un millón de perroflautas, entendiendo perroflauta como joven de extrema izquierda, logsetomizado y dependiente de su padres. Si a ese millón se le sumaba el millón y medio de votos que obtuvo IU en 2011 no habría nada que temer. Era el famoso escenario Anguita-96, que es por el que apostaba mucha gente en la primera mitad de 2014. Izquierda Unida desaparecería dejando su lugar a los profesores de la Complu, que traían bajo el brazo su millón de jovenzuelos aperroflautados y abstencionistas. Sospecho que ese era el primer plan de Iglesias y Monedero, que ya anteriormente habían intentado hacerse con el control de IU por las buenas. Esto les metería de cabeza en el Congreso y desde ahí pasarían a la segunda fase.
Esto, tal cual, se lo oí comentar en persona a algunos altos cargos del PP en aquella época. Los muy memos parecían ignorar que, entre 2008 y 2011, el PSOE se había dejado 4,2 millones de votos que, si pasaban a la nueva formación, la ventaja se esfumaba y Madrid y Valencia, los dos principales feudos del PP, quedaban en el alero. Un año más tarde se quedaron sin estas dos alcaldías… y sin unas cuantas plazas más. Podemos, además, les ponía frente al espejo. Si la izquierda se renovaba en forma de unas nuevas siglas habitadas por novísimos de la política, ¿por qué no habría de renovarse la derecha de igual modo? Y ahí es donde surge Ciudadanos, que come directamente del electorado popular. Arriola no vio venir ni una cosa ni la otra, pero nada, el tío sigue ahí llevándoselo todo lo crudo que puede. En fin, ellos mismos.
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