Hace aproximadamente un año Perú entró en una profunda crisis política de la que no ha salido desde entonces. Lo que empezó en septiembre de 2017 como una cuestión de confianza hacia el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski, una simple marejada, se ha ido transformando en un temporal de fuerza 9 que ha puesto a todo el sistema político patas arriba.
Kuczynski ya no está. Dimitió a finales de marzo y su puesto lo ocupó el vicepresidente Martín Vizcarra. Ahí parecía haberse quedado todo hasta que en julio la crisis arreció. Ya se ha cobrado algunas cabezas principales como la de la líder de la oposición, Keiko Fujimori, actualmente en la cárcel acusada de lavado de dinero. Pero hay más. Vamos a dar un repaso a esta torre de Babel en la que se ha convertido Perú durante este annus horribilis.
Los peruanos han ido descubriendo a lo largo de los últimos años que su clase política es corrupta en tal grado que los políticos que no trincan, no consienten y quieren saber, son irrelevantes. Además han ido descubriendo que su clase política trafica con leyes, con silencios y con amenazas. Ya en los últimos meses, los peruanos han ido descubriendo que la justicia en Perú está desvendada, que cambió la balanza por un listado de tarifas y que tiró la espada por una navaja automática traicionera. En Perú no hay un Estado de derecho digno de llevar tal nombre y los encargados de restablecerlo son precisamente quienes lo baldaron, y, aunque todo esto pudiese tener arreglo, ni será pronto, ni con la actual clase política, ni con un mesías aglutinador de la indignación. Lo que ya saben los peruanos es que están aviados, van a seguir estándolo una temporada larga y no hay garantías de reconducción. Y es que en Perú , en el ámbito de lo público, las pregustas políticas son ociosas pues quedan por aclarar todas las cuestiones éticas. Tarea de titanes para hombres cansados. Nada que envidiar.
Un cordial saludo.