La república independiente de su casa

Tras la tregua forzada por los atentados del pasado día 17 las aguas vuelven a discurrir por donde solían en Cataluña. De no haber sucedido la tragedia de las Ramblas se habría presentado la semana pasada la ley de desconexión, denominada ahora de transitoriedad, pero las circunstancias lo impedían. Vayámonos un poco antes, a principios de mes. El día 31 de julio, justo antes de las vacaciones, JxS y la CUP registraron en el parlamento catalán la ley de referéndum que les habilita para convocarlo y organizarlo. En paralelo a eso practicaron una reforma al reglamento de la cámara para poder discutir y aprobar esta ley en una sola jornada e impedir de esta manera que la oposición eternice los trámites. El Tribunal Constitucional suspendió cautelarmente esta reforma también el mismo 31 de julio y la suspensión de la de referéndum está al caer.

Faltaba la  clave del arco, la ley de leyes, no una ley que vaya contra la legalidad, sino una que la supere y la sustituya. Y esa es la llamada ley de transitoriedad que, entiendo, se aprobará de manera exprés en el parlamento este mismo mes con un reglamento suspendido por el Constitucional tras aprobar la ley de referéndum que el Constitucional no tardará mucho en suspender. Como puede verse, todo muy loco.

Pero es que no podía ser de otra manera por el método que han elegido. Quieren, como se hizo en el 76, pasar de la ley a la ley. Y para eso necesitan una ley puente entre la legalidad anterior y la que venga después. Una ley lo más completa posible que contemple todo lo contemplable. Esa es la razón por la que, si echamos un vistazo somero al texto, nos parece una carta a los Reyes Magos. Es básicamente una declaración de independencia, algo larga eso sí. Tiene 45 páginas y está compuesta por 89 artículos y tres disposiciones finales. Lo que nos lleva a pensar que si esto es la declaración de independencia, habrá que echarse a temblar con la longitud de la constitución que salga de la asamblea constituyente que quieren montar después del referéndum. Será bolivariana en todo, también en el grosor.

La ley de transitoriedad es larga, lo que no es óbice para que sea también extremadamente fantasiosa. Presume que todo va a salir como la seda y que el de enfrente carece de voluntad y, como consecuencia, se abstendrá de actuar. Tiene cierta lógica. El de enfrente en este caso es Rajoy que, hasta la fecha, no ha actuado más que a título legal. El hecho es que, hasta el momento, la peculiar «guerra de independencia» catalana es puro papeleo, la están librando los abogados del Estado y de la Generalidad registrando como posesos leyes y recursos. Ese es el motivo por el que la gente del común no se está enterando de nada. El derecho es muy aburrido, la audiencia reacciona solo ante la acción. Y ni los de un lado ni los del otro quieren exponerse a ella.

El último gran papelote de esta guerra es precisamente esta ley, que viene a poner negro sobre blanco la declaración de independencia al tiempo que previene algunos asuntos urgentes para el día después. Sabemos, por ejemplo, quién será ciudadano catalán. Lo serán todos, pero al tiempo serán también españoles, luego tendremos un país entero con doble nacionalidad y doble obediencia. Una doble nacionalidad de facto porque no ha existido negociación previa alguna. Bueno, pues así con todo.

Los funcionarios del Estado pasarán a engrosar la nómina de la Generalidad, excepción hecha del ejército, ese tendrá que marcharse. El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña pasará a ser el Tribunal Supremo catalán. De donde supongo que sacarán a un fiscal para que ejerza de fiscal general del nuevo Estado. Respecto a las fronteras, se harán cargo de las mismas el día dos. No especifican la hora. Esto implica que la administración aduanera española pasa en su totalidad a la recién nacida república. Todo esto no ya sin preguntar al Estado, que por supuesto, sin siquiera consultárselo a los interesados, los propios funcionarios de las distintas administraciones.

Punto aparte merece lo de la Unión Europea. Dan por hecho que Cataluña permanecerá en la UE a pesar de que se declaren un Estado independiente y que, como tal, habría de solicitar formalmente el ingreso en la Unión, llevar a cabo unas largas y tediosas negociaciones y no ser vetado su acceso por ningún otro Estado miembro. Todo, insisto, muy enloquecido, muy apriorista y muy poco serio. Algo así como aquella publicidad de Ikea de hace unos años que hablaba de la «República Independiente de mi Casa». En este caso de la suya.

Y ahora, ¿qué?

El numerito lo rematarán votándolo a solas en el parlamento autonómico porque no creo que ni Ciudadanos, ni el PSOE, ni el PP ni Podemos -aunque solo sea por la cuenta que les trae- se presten a ello, y menos aún bajo un reglamento suspendido expresamente por el Constitucional. Luego vendrá el referéndum y será una buena noticia porque traerá algo de acción real. Pero con media Cataluña abiertamente en contra de la mascarada y buena parte de la otra media algo escamada -y con razón-, no creo que la cosa pase de una reedición del 9-N pero con los de la CUP marcando el paso.

Resumiendo, votarán solamente ellos y ganarán por goleada. En 2014 votó un tercio del censo y el 80% lo hizo a favor de la independencia. El 20% restante o dijo que no o dijo que sí estaba de acuerdo con eso de que Cataluña fuese un Estado pero no independiente. La papeleta, recordemos, tenía dos preguntas. Esto nos vino a decir que independentistas puros solo eran el 25% de los catalanes. De hecho, si de algo sirvió aquel referéndum fue para conocer de una manera muy precisa hasta donde llegaba el separatismo pata negra. Para todo lo demás fue un gasto de dinero y tiempo. A su promotor, Artur Mas, le salió carísimo en términos personales. Fue inhabilitado junto a Joana Ortega e Irene Rigau.

Aquella consulta también vino precedida de mucho trasiego de leyes que fueron oportunamente suspendidas por el Tribunal Constitucional. ¿Alguien se acuerda de todo eso? No, ¿verdad? Pues no hace tanto, sólo tres años. La aritmética electoral no ha cambiado tanto desde entonces. En todo caso se aprecia cierto hartazgo con el procés en la sociedad catalana. Son ya demasiados años de matraca sin resultados prácticos. Las diadas tienen entradas más modestas y se ven menos esteladas en los balcones.

Entonces, ¿significa esto que se va a quedar en nada? Pues muy posiblemente. Se puede lograr una secesión desde el clamor popular, pero éste tiene que ser masivo, casi unánime, que ronde el 90% de los votos en un referéndum. No es el caso de Cataluña. Ni hace tres años ni ahora.

Quizá para salvarse del más que previsible naufragio Puigdemont se atreva ahora a dar el paso que Mas no quiso dar: dejarse de soflamas y pasar a los hechos contantes y sonantes, es decir, apropiarse de la recaudación fiscal. Pero eso solo se puede hacer manu militari. A partir de ahí vendría el resto, pero todo pasa por el uso de la fuerza. Quizá pensemos que como tenemos móviles de última generación y acceso a internet todo es igual de inmediato e indoloro. En absoluto. El poder es algo muy serio. Lo ostenta quien puede, no quien quiere.

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3 Comments

  1. Se acerca la hora de la verdad para los secesionistas, la hora de comprobar si la soberanía nacional existe o es únicamente un artificio legal. Si es tan solo un tinglado jurídico sin base, estas leyes supraconstitucionales pasadas por instituciones infraconstitucionales colarán tan ricamente. Ahora bien, como haya soberanía nacional reconocida por unas fuerzas armadas, un cuerpo funcionarial estatal y una mayoría popular, entonces a los secesionistas les va a tocar afrontar las responsabilidades de sus desacatos. Como a los separatistas no se les conocen actos responsables ni actos heroicos, la cosa va ha tener interés por novedosa y amargura por la estridencia y el desafecto. Tic, tac para saber, no si existe la nación-estado catalana, sino si existe, en la teoría y en la práctica, España.
    Un cordial saludo.

    • «…Tic, tac para saber, no si existe la nación-estado catalana, sino si existe, en la teoría y en la práctica, España…»

      Impresionante verdad. Como expongo más abajo, creo que no existe, porque un Estado sólo lo es tal si sus ciudadanos lo defienden porque nace de ellos. El Régimen del 78 está muerto. No sé si tardará 33 años en caer, como el de la Restauración, que debió desaparecer en 1898 (quiebra financiera incluída) y que tardó tanto que al final la miseria llevó a la Guerra Civil. Pero está muerto. Y con él, un Estado que nadie está dispuesto a defender (excepto los jubilados PePeros con sus bastones y taca-tacas)

      Saludos

  2. «……Entonces, ¿significa esto que se va a quedar en nada? Pues muy posiblemente. Se puede lograr una secesión desde el clamor popular, pero éste tiene que ser masivo, casi unánime, que ronde el 90% de los votos en un referéndum. No es el caso de Cataluña. Ni hace tres años ni ahora…»

    Corrígeme si me equivoco, por favor, Fernando, pero creo que fue John Adams el que en uno de sus discursos estimó que el 30% de la población de las 13 colonias estaba a favor de la independencia, y que con eso la ganarían. La cuestión estribaba en que a la gran mayoría le diera igual o no tomara partido

    Son buenos tus artículos y análisis de la situación, pero a mi entender no vas al grano del problema: si España no fuese un estercolero donde día sí y día también se publican las andanzas anteriores de «El Campechano» (hasta ahora censuradas), donde «El Preparao» continúa la línea de negocios con los wahabitas y el Jefe de Gobierno preside lo que parece más una organización criminal que se dedica al saqueo y a la extorsión que a gobernar, no habría tantos independentistas

    Defender la unidad de España pasa por defender el Régimen del 78. Y deduzco por los resultados electorales estratificados por edad, abstención incluída, claro, que la mayoría como que pasamos.

    Saludos

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