Las (muchas) lenguas de Cataluña

Me pregunta un oyente de La ContraHistoria desde cuándo se habla catalán en Cataluña. Es fácil de responder: desde la Edad Media. No toda la Edad Media, lógicamente. Durante los primeros siglos tras la caída de Roma y la descomposición del imperio en lo que hoy es Cataluña se hablaba latín como en el resto de Hispania, en la Galia y en Italia. Hacia el siglo IX ya se distinguían variedades en el latín escrito, luego es de suponer que el latín hablado (del que no hay registros porque faltaban aún mil años para que se inventase el fonógrafo) sería ya un latín que quizá sus vecinos no entendían del todo.

El catalán nació emparentado con el occitano, romance del otro lado de los Pirineos que aún se habla, muy evolucionado, en lugares como el valle de Arán. Pero Cataluña siempre ha sido una tierra de tránsito entre la península ibérica y el resto de Europa porque los principales pasos del Pirineo se encuentran allí, de modo que no sólo se hablaba ese catalán embrionario. Durante cientos de años estuvo dividida a causa de la invasión musulmana. De la reconquista de Gerona (en 785) a la de Tortosa (en 1148) pasaron más de tres siglos. En la Cataluña musulmana se hablaría alguna variedad del mozárabe, una lengua romance que evolucionó por su cuenta en Al Ándalus pero que, a pesar de su origen latino, se escribía con alfabeto árabe. Algo similar sucedió en Castilla. Cuando Alfonso VI reconquistó Toledo en 1085 no se entendía con los cristianos toledanos porque no hablaban el romance de Castilla, sino el de aquella taifa. Las diferencias no se quedaban ahí. Los cristianos mozárabes tenían una liturgia propia para la Misa, heredera de la de los godos, mientras que los de los reinos del norte empleaban el rito romano, que empezó a extenderse a partir del siglo XI.

La primitiva lengua catalana convivía, por lo tanto, con el mozárabe al sur, con las hablas aragonesas al oeste y con el occitano al norte. En todos los puntos se entremezclaba con ellas. Quizá por eso mismo la gente de aquel entonces no era tan pejigueras con el idioma. Hasta el punto de que ni siquiera le ponían nombre. Hablaban la «lengua del lugar» o román paladino (en el qual suele el pueblo fablar a su veçino), tal y como denominó Gonzalo de Berceo a la lengua que hablaban sus paisanos. Este román paladino en concreto era lo que hoy conocemos como castellano antiguo. Los romances eran considerados inferiores al latín, al menos para la minoría cultivada. Para escribir se empleaba generalmente el latín o, si lo que se pretendía era hacer poesía, se escogían algunos romances como el gallego o el occitano, quizá por su bella sonoridad o simplemente porque eran comprensibles por la mayoría.

A partir del siglo XII las lenguas románicas del norte se extienden rápidamente hacia el sur conforme avanza la Reconquista. Para entonces en los condados catalanes se hablaban gran variedad de lenguas y dialectos, no había nada parecido a la homogeneidad. Quien la quisiese ahí tenía el latín, que había quedado fosilizado para uso de eruditos, monjes y cronistas. El privilegio de Jaime I, expedido en Lérida en 1236, fue escrito en latín en su totalidad. Al final del mismo se especifica la fecha en formato romano: «Datum Ilerdae, quinto kalendas Novembris anno Domini millesimo ducentesimo trigesimo sexto». Empleaba el latín por una razón muy poderosa: buscaba que cualquiera pudiese entenderlo. De haber redactado este documento en el catalán vulgar de la época solo unos pocos se habrían dado por enterados.

Jaime I, que era catalanohablante desde la cuna, extendió el uso del catalán en la Corte, pero no tuvo intención de imponerlo porque entonces la lengua era lo de menos, no tenía la mística que luego le inyectó el romanticismo, lo importante era hacerse entender. En el archivo de la Corona de Aragón de los siglos XIII y XIV hay legajos oficiales escritos en catalán, en latín, en aragonés, en hebreo y en castellano. Se escogía una lengua u otra en función de los destinatarios del documento. El rey empleaba la lengua del pueblo, no el pueblo la lengua del rey. En la época de Jaime II (1291-1327) la cancillería de Aragón se valía del latín, del catalán y del castellano, que a partir de ese siglo empieza a ser la lengua franca de toda la península. Es en esta época cuando el aragonés y el leonés van poco a poco confluyendo con el castellano hasta fundirse con él. En Cataluña eso nunca llegó a suceder, pero era una lengua muy habitual en la administración y el comercio. El propio Jaime II en su correspondencia privada empleaba un variado abanico de lenguas. A su hijo mayor le escribía en catalán, al infante Juan en latín y a las infantas en castellano. Lo propio de un lugar de paso como Cataluña.

Nuestros antepasados se complicaron la vida de mil maneras pero no con el idioma, eso es un pecado moderno.

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