El presidente de Venezuela acaba de consumar el golpe de Estado. No lo ha hecho directamente, sino a través del Tribunal Supremo de Justicia, un organismo de estricta observancia bolivariana, que ha despojado de todas sus competencias a la Asamblea Nacional, controlada por la Oposición desde hace algo más de un año. Los cinco poderes del Estado pasan de este modo a estar controlados por el Ejecutivo, que se prepara así para su último año de mandato hasta las elecciones presidenciales del próximo año. La comunidad internacional, que tan pasiva ha estado durante demasiados años con el asunto de Venezuela, empieza a despertar de su letargo. Una gota de esperanza en un océano de amargura.
La ruina Venezolana nos duele a los hispanos por razones históricas, culturales y sentimentales, nos duele a los amantes de la libertad por la cantidad y obscenidad con la que la han arrebatado, y les duele a los socialistas del siglo XXI que ven pasar los siglos pero que su fracaso no afloja lo más mínimo. Lo de la Asamblea Nacional es la constatación de que la oposición en el bolivarianismo tiene la función de dar legitimidad democrática en silencio o ser laminada. Venzolanos del futuro preguntarán ¿Papá que hiciste tú mientras arruinaban nuestro país?–sobrevivir, hijo, sobrevivir y conseguir que tú también lo hicieras.¿Y el resto del mundo?–colaborar, callar, apenarse en la distancia, hacer declaraciones…no meterse en líos. Venezuela levantará cabeza con venezolanos que además de sobrevivir, sabrán sufrir y sabrán generar riqueza. Ojalá entonces encuentren en el resto del mundo distinta respuesta.
Un cordial saludo.
Un venezolano comentando, en lo personal no sé que se puede agregar al asunto. Ya es evidente que esto es una dictadura desde el día en que el comediante supremo fue juramentado como presidente; eso es lo malo de las repúblicas presidencialistas, estamos en un problema enorme. Lo peor del asunto es que los nacionalistas están disfrutando del asunto, ya que cada día están sumando adeptos a sus ideas. Pero, como yo, se nos hace complicado apelar por la graciosa huida, sale mejor vender las ideas liberales en pequeñas dosis y esperar que eso haga algo de cambio