La historia del fugaz fiscal especial anticorrupción va a terminar como empezó: rodeada de polémica a causa de una cadena de torpezas que es atribuible al propio Manuel Moix sí, pero también a quienes desde el Gobierno le nombraron. Moix no era un candidato presentable para esa fiscalía y los hechos han terminado dando la razón a quienes lo denunciaban. Pocas veces una cacería ha sido tan fácil. Una operación perfectamente diseñada para poner en evidencia al presidente del Gobierno y a su Fiscal general, a quienes no les quedan muchas más opciones que señalar la puerta a Manuel Moix.
Que haya algo tal como la fiscalía anticorrupción, es decir, un cargo político interfiriendo el los procesos judiciales, pasa por descontado y a nadie le alarma. Es que se le haya visto mucho el plumero lo escandaloso. Ahora, toca nombrar políticamente al próximo interceptador y esperar que sea discreto en su labor. De traca.
Un cordial saludo.
¿Alguien puede seguir siendo fiscal, o simple funcionario público, con una participación en una Sociedad panameña?