Montaña rusa bursátil

Es curioso pero la Bolsa arrancó el año envuelta en pleno entusiasmo colectivo. Leí no sé donde que era el mejor enero en 20 años en las Bolsas europeas. Y no sólo en Europa. Hace un mes la noticia ubicua era que el Dow Jones marcaba un máximo histórico tras otro, que estaba ya afianzado por encima de los 25.000 puntos y que esto era sólo el principio, que a lo largo del año el rally alcista iba a ser antológico. Pues bien, ni un mes más tarde el rally se ha parado en seco. Lo ha hecho de manera imprevista porque estas cosas siempre lo son.

El hecho es que los fundamentales, es decir, la realidad contante y sonante invitaban al optimismo. Todo el primer mundo creciendo con fuerza y sincronizadamente, buenos datos de empleo a ambos lados del Atlántico y cierta euforia. Pero, la euforia es buena para la economía, ¿o no? No exactamente. La euforia nunca es buena para nada. Ni para la vida privada, ni para el fútbol, ni para las finanzas. Si algo nos enseña  la historia económica de los dos últimos siglos es que todas las grandes tragedias han venido precedidas de euforias.

Lo que terminó de desatar la euforia del mes pasado fue la buena marcha de la economía norteamericana, que crece vigorosamente, crea empleo y, lo que vendría a cerrar el círculo, crecerá más, creará más empleo y mejor pagado tras la reforma fiscal de Trump. Más gente trabajando con más dinero en el bolsillo se traduce en mayor bienestar, pero también puede provocar que aumenten los precios fruto de la recrecida demanda.

Los bancos centrales, que tratan de gobernar lo ingobernable, desean un crecimiento económico moderado sin presiones inflacionarias. Es lo que denominan escenario «ricitos de oro» en referencia al clásico cuento infantil. En ese escenario nos encontramos ahora, en el punto más dulce del ciclo: crecimiento, bajo desempleo, baja inflación, materias primas a precio asequible y, como consecuencia, una política monetaria ligeramente expansiva.

Cuando alguno de los elementos se descoloca el banco central en cuestión tiene la imperiosa necesidad (y el mandato) de hacer algo. Si se dispara la inflación tratará de contenerla subiendo los tipos de interés e interrumpiendo de inmediato las inyecciones de liquidez en el mercado. Esto al sector financiero le produce pánico. A dinero más caro éste escaseará y habrá menos inversión canalizada a través del mercado de valores. Esto ayuda bastante a entender lo del lunes, pero hubo algunos factores más que explican el batacazo.

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Según los expertos los activos de renta variable están sobrevalorados en Bolsa. No es en absoluto descabellado, sucede siempre que la economía va bien, las ventas crecen y las previsiones son buenas. Esto lo que nos vendría a decir es que la Bolsa está hinchada. Para comprobarlo tampoco necesitamos ser Warren Buffet. No hay más que echar un vistazo sobre los principales índices, especialmente el Dow Jones.

2017 fue un año épico en Wall Street. El Dow Jones subió 5.000 puntos en doce meses, la mayor subida de su historia. Pasó de 20.000 a 25.000 puntos, un 25% de incremento. La economía estadounidense va bien pero, caray, no tan bien. El PIB creció en 2017 un 2,5%. Si miramos en España sucede algo parecido aunque no tan extremo. El IBEX 35 ganó en 2017 un 7,4% mientras que el crecimiento del PIB español ronda el 3%. Podemos hacer idéntico ejercicio en otros parqués: Londres (+7%), Fráncfort (+12%), París (+9%).

Hay cierto desacople entre el crecimiento del PIB y el desempeño de la Bolsa. Y, ojo, que no es cosa de ahora. Todavía recuerdo en 2009,  ya metidos en plena crisis, cuando cerraban cientos de empresas a diario, el IBEX se puso por encima de los 10.000 puntos. De los 10.000 y de los 11.000 en un rally que duró un semestre. BCE mediante, claro.

Entiendo que a la gente de la Bolsa esto de que el BCE bombee más y más dinero les parezca magnífico. Pero ellos tienen que entender que cuando el BCE deja de bombear o hay riesgo de que vaya a subir los tipos se seque el estanque y entonces, como dice la Biblia, allí será el llanto y el rechinar de dientes. Eso fue exactamente lo que pasó el otro día. Como ha durado poco y no ha sido propiamente un cataclismo respiran ahora aliviados. No es para menos, pero esa adicción que tiene el sector financiero con la banca central sólo les terminará reportando disgustos. A ellos y a todos los demás.

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1 Comment

  1. La economía tiene sus regularidades y los economistas las diseccionan a toro pasado y con voz engolada. La economía es la suma de las acciones de los agentes económicos y la regularidad de estos es la imprevisibilidad. Con una ciencia que posee regularidades imprevisibles tienen que bailar los economistas, y claro, anticipan menos que un oráculo. «Lunes negro» por sorpresa y «ya se veía venir» a renglón seguido en la prensa salmón, «martes luminoso» embarazoso y «rebote comprensible» a renglón seguido en la prensa salmón, «miércoles bajista en EE.UU.» y …quien lea la prensa salmón es una persona de Fe.
    Un cordial saludo.

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