¿Qué es, para qué sirve… y de dónde viene Facebook?

Las dos rutilantes estrellas del Internet de nuestro tiempo comparten algo: un impronunciable nombre en español. Una, Google, viene a pronunciarse “gúgel” y sirve para efectuar búsquedas en la red de redes con una extraordinaria precisión, tanta que a buscar y encontrar algo ya lo llamamos “guglear”. La otra, Facebook, se pronuncia “Feisbuc”, significa, yuxtalinealmente, “cara-libro” y sirve para casi todo, especialmente para perder el tiempo y la intimidad de un modo inimaginable hace sólo unos pocos años.

De Google sabemos mucho. Sabemos, por ejemplo, que fue fundada por dos jóvenes estudiantes que, en sus ratos libres, dieron con un prodigioso algoritmo de búsqueda que lo encontraba absolutamente todo. Sabemos también que las aplicaciones nacidas del buscador: el correo Google Mail, el Google Maps, el Google Reader o el Google Calendar, son limpias de aspecto, cómodas de usar y extremadamente prácticas. Quien no conozca de primera mano el universo Google es que, o no vive en este mundo, o no se ha conectado a Internet en su vida.

Facebook, sin embargo, es, más allá de su nombre, tierra inexplorada para todos los que no son usuarios habituales. Esto es así porque Facebook, a diferencia de Google, es una comunidad cerrada de internautas. Para saber qué es y qué es lo que pasa de puertas adentro hay que formar parte del invento. Facebook exige del usuario un pequeño sacrificio: hay que registrarse. Esto implica, así, de primeras, dar la filiación completa, el lugar de residencia, la fecha de nacimiento y rellenar un cuestionario sobre gustos y pareceres de mil cosas, desde nuestra película favorita hasta la cita famosa que llevamos por bandera. La mía, por ejemplo, es “tu ne cede malis sed contra audientor ito”, un precioso lema que Ludwig von Mises hizo suyo y yo, mío.

Cumplimentado este trámite ya podemos decir que estamos en Facebook. Esa información se convierte en lo que los feisbuqueros conocen como “perfil”, es decir, nuestra ficha personal que el resto de la comunidad consulta (o no) para saber si merece (o no) la pena hacerse amigo nuestro. Porque de esto va Facebook, de tener amigos e interactuar con ellos de muchas maneras. Una vez tenemos el perfil completo hemos de incluir una o varias fotos y empezar a buscar amigos como recién llegados que somos.

La mejor manera de buscar es escribir el nombre de la persona que deseamos encontrar en una casilla habilitada al efecto. Si la encontramos, –algo nada fácil, por cierto–, la “agregamos”, neologismo inventado por los ingenieros de Facebook para decir “¿quieres ser mi amigo?”. Esto hay que hacerlo muchas veces, otras son los vecinos los que nos agregan a nosotros. A partir de los 50 amigos ya empezaremos a tener vida virtual propia, con actualizaciones, fotos, textos, vínculos y vídeos ajenos que contemplar. La idea es que nosotros contribuyamos con cosillas de nuestra cosecha, a ser posible fotos ridículas, que es lo que más se mira en Facebook y lo que más cotiza en el mercado de amigos cotillas.

Con esos 50 amigos podremos chatear amigablemente, con varios a la vez si ese es nuestro deseo, enviarnos correos y hasta reclutarlos para las mejores causas mediante una aplicación programada para aunar voluntades. Lo ideal, con todo, es tener muchos más de 50 amigos… 100, 200, 300 y los que vayan llegando, porque cuantos más tengamos más tiempo le dedicaremos y, supuestamente, más nos entretendremos. Facebook, además de servir como patio de vecinos donde todos haban con todos, es una plataforma dedicada al entretenimiento. Uno de los grandes aciertos de su fundador, un jovenzuelo de Harvard llamado Mark Zuckerberg, fue permitir que otros programasen aplicaciones para integrar en su comunidad web. La mayor parte de esas aplicaciones son juegos on-line, generalmente sencillos pero muy adictivos.

Esto es, a grandes rasgos, lo que se puede hacer en Facebook. Entonces, ¿por qué tiene 500 millones de usuarios?, ¿por qué todo el mundo habla de él o, directamente, se pasa media vida dentro de él? La razón es simple, Facebook ha conseguido centralizar en una sola dirección web un montón de servicios que antes estaban dispersos. Facebook es todo. Sirve para comunicarse como cualquier e-mail o chat, para compartir fotos y vídeos como Flickr o YouTube, para jugar, para conocerse, para ligar, para difundir ideas o recibirlas, para saber qué hacen los amiguetes y para ser alguien en Internet. Tener un perfil en Facebook es algo parecido a contar con DNI propio. Ha ido, además, retroalimentándose de su propia popularidad. Las redes sociales son eso mismo, sociales, y necesitan tener muchos afiliados para que nos compense registrarnos. Facebook devuelve lo prometido con creces. De ahí su éxito.

Cuando Zuckerberg lo inventó allá por febrero de 2004 no pensaba que iba a llegar tan lejos. Nació como un simple sitio para estudiantes de Harvard en el que los usuarios votaban por la chica más atractiva del campus. Su nombre le viene de aquí. Un “facebook” es un libro que se edita en las universidades norteamericanas con ficha y foto de todos los estudiantes matriculados para que éstos vayan conociéndose. En principio la idea de los fundadores –el propio Zuckerberg y un grupo de colegas, todos universitarios, que se embarcaron en la aventura–, era mantener Facebook dentro de los muros de la universidad. Pronto vieron que no iba a ser así.

En marzo, con sólo un mes en el aire, ya era la revelación del año en Harvard, poco después dio el salto a Yale, a Stanford y a Columbia. En el verano de aquel año la iniciativa se convirtió en empresa, Facebook Inc., con sede el Palo Alto, California, gracias a una pequeña inyección económica de parte del fundador de PayPal. Al siguiente curso Facebook saltó de la universidad a la educación secundaria, y de ahí a las intranets corporativas, siempre sedientas de contenidos que ofrecer a los empleados. En septiembre de 2006, con sólo dos años y medio de vida, pasó a estar disponible para todo el que tuviese una dirección de e-mail.

Desde entonces Facebook no ha hecho sino crecer y multiplicarse en todas la pantallas. En 2007 el interfaz de usuario fue traducido en su integridad al español. No era la primera red social que llegaba al Internet hispano pero sí la única que ha conseguido unirlo bajo una misma marca. Los principales cuatro mercados de habla hispana (México, España, Argentina y Colombia) suman más de 45 millones de usuarios, el equivalente a la población de nuestro país, del que podemos decir sin temor a equivocarnos que esta feisbuquizado sin remedio. Uno de cada cuatro españoles tienen perfil en Facebook, proporción que alcanza casi el 100% entre los menores de 30 años.

El éxito de Facebook entre los hispanos tiene una razón de ser: somos muy sociables, y esta red va de socializar, cuanto más, mejor. Si España iba a la cola de Europa en lo que se refiere a penetración de Internet hace sólo cinco años, se ha puesto a la cabeza gracias al fenómeno de sitios como Facebook. El mito de que el internauta era un ser solitario y asocial, que se escondía detrás del teclado para rumiar las frustraciones de su aburrida vida cotidiana ha saltado por los aires. Conocer gente en la red es mucho más sencillo que en la calle y mantener el contacto con los ya conocidos es simple, rápido y cómodo.

Facebook permite que dos personas que no se veían hace muchos años vuelvan a saber de sus respectivas vidas. ¿Quién, de los 500 millones de usuarios que tiene, no ha buscado algún ex novio/a en Facebook?, ¿quién no ha echado un buen rato mirando sus fotos o comprobando que, efectivamente, es ya padre de tres hijos, le gusta el pádel y trabaja de directivo en una multinacional? Ninguna herramienta había dado tanta información a cambio de tan poca y por un precio que es, exactamente, de cero euros con cero céntimos.

La revolución de Facebook sólo puede entenderse en esa clave, en la de la utilidad. Si no fuese tremendamente útil, si no ofreciese tantas ventajas no hubiese pasado de moda pasajera hace un par de veranos, cuando se produjo la explosión feisbuquera por todo el mundo. ¿Significa esto que va a durar siempre? Probablemente no. Las empresas de Internet, y Facebook es una de las gordas, viven rápido y están sometidas a mil amenazas, a ser víctimas de otro, generalmente estudiante universitario con una buena idea, que las desplace en las preferencias de los consumidores. Internet no sabe de licencias, no sabe de favoritismos políticos, es la democracia más grande del planeta, cientos de millones de personas votan diariamente con el botón izquierdo del ratón, pero tienen la peculiaridad de cansarse rápidamente.

De modo que, si aborrece Facebook, despreocúpese, no será eterno. A fin de cuentas, aquí abajo nada lo es.

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