Shooting Las Vegas

El pasado 1 de octubre se produjo un tiroteo masivo en Las Vegas. Algo realmente espantoso. Un contable jubilado que se encontraba alojado en el hotel Mandalay Bay la emprendió a tiros contra la multitud congregada en un concierto de country al aire libre que se celebraba junto al hotel. Asesinó a 58 personas y dejó casi 500 heridos de diversa consideración. El asesino posteriormente se suicidó cuando la policía le localizó. Fue la mayor masacre de la historia de EEUU perpetrada por un solo individuo. Costaba creer lo que había sucedido y al principio parecía un atentado terrorista. Pero resultó que no, el autor, un desgraciado llamado Stephen Craig Paddock, lo hizo por puro placer. Luego, conforme fueron avanzando las investigaciones, la cosa fue incluso a peor. Ni siquiera estaba loco. Se trataba de un tipo normal que vivía en un pueblo de Nevada a cien kilómetros de Las Vegas.

Había cuidado al máximo la logística. Se registró en el hotel dos días antes, el 28 de septiembre con diez maletas cargadas de armas -un total de 23-, todos rifles semiautomáticos, gran cantidad de munición y un par de miras telescópicas. Se preocupó hasta de colocar cámaras de vigilancia en la habitación y fuera de ella para ver quien se acercaba. La habitación, una suite de generosas dimensiones, corría a cargo del hotel que, junto con la comida, era un obsequio de la dirección porque, al parecer el tal Paddock, además de un asesino, era un ludópata incorregible.

Una vez conocidos todos los detalles de la matanza surgió una pregunta: ¿por qué Paddock tenía tantas armas? Simple, porque las había adquirido legalmente en armerías de la propia Nevada. Luego la cuestión parecía sencilla. Si se prohibiese comprar armas este tipo de sucesos no ocurrirían por la simple razón de que le hubiese sido imposible adquirirlas. De una lógica impecable sino fuese porque la realidad suele ser algo más compleja. También está prohibido vender cocaína pero quien quiere la compra y la consume. Ídem con la heroína, la metanfetamina o el crack.

Prohibición, por lo tanto, no es lo mismo que eliminación. Podríamos entonces pensar que quizá la prohibición no, pero si un un estricto control previo. En EEUU existe ese control, lo llaman «background check«, en virtud del cual no se puede vender un arma a cualquiera, ya porque tiene antecedentes penales, porque es menor de edad o por problemas psiquiátricos. Paddock superó estos controles sin problemas porque, aunque jubilado, gozaba de buena salud y tenía el expediente limpio.

Esto vendría a afianzar la postura antiarmas. Si no hubiera podido comprarlas o si esos «background checks» hubiesen sido más duros esto se hubiera evitado. Es posible, pero también es posible lo contrario. Porque, si el sueño de este perturbado era despedirse del mundo disparando sobre una multitud indefensa, lo hubiera llevado a cabo de cualquier manera aprovisionándose de armas y munición en el mercado negro. Quien quiere hacer algo como matar a 60 personas no se va a amilanar ante una simple prohibición o ante una regulación más dura.

Hagamos, salvando las distancias, una comparación que me parece muy oportuna. En todo el mundo está terminantemente prohibido circular por las calles peatonales. Pero, a pesar de ello, Younes Abuyaaqoub, el terrorista de Las Ramblas, lo hizo llevándose por delante a todo el que pudo. Abuyaaqoub tenía permiso de conducir y sabía a la perfección que aquello estaba prohibido, pero lo hizo. Quería perpetrar un crimen y el código de la circulación no fue un obstáculo para él. Pues bien, algo similar sucede con el control de armas. Cuando se debate sobre este tema suele ignorarse algo básico en nuestra naturaleza: los humanos no asesinan porque existen las armas. Lo hacen por otras razones y las armas no son más que un medio. Medios para perpetrar una masacre hay muchos tal y como estamos viendo con los islamistas en Europa de tres años a esta parte.

Al criminal le mueven otros motivos y busca un medio. Si Stephen Paddock, un completo demente del que desconocemos el móvil que le llevó a hacer lo que hizo, no hubiese tenido rifles semiautomáticos a mano lo hubiese hecho con otra cosa. Podría, por ejemplo, haber sustraído un camión de 16 toneladas y haberlo luego estampado contra la multitud. El ejemplo más palmario lo tenemos en la propia Europa, donde una política de control de armas muy estricta no ha impedido el terrorismo islamista. Los yihadistas matan con lo que tienen a su alcance: con pistolas, con cuchillos, con automóviles o con camiones de gran tonelaje como en el atentado de Berlín de las navidades pasadas.

Entonces podríamos preguntarnos por qué en Europa apenas hay tiroteos masivos. Pues por la simple razón de que apenas hay tiroteos de ningún tipo. Creo que no somos conscientes de lo extraordinariamente pacífica que es Europa. En 2015 hubo en EEUU 15.600 homicidios intencionados. En Alemania, el país más grande de Europa, hubo 682. En España 303. Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y España combinadas tienen aproximadamente la misma población que EEUU. En 2015 registraron poco más de tres mil homicidios, un 80% menos que EEUU.

Y aquí volvería la burra al trigo: ¿si EEUU adopta la misma política de control de armas que los países de la UE habría menos homicidios? No necesariamente. México tiene una legislación sobre armas mucho más dura que la de su vecino del norte pero eso no le libra de triplicar su tasa de homicidios. Ídem con Venezuela, El Salvador, Guatemala u Honduras. En todos estos países hacerse con un arma legalmente es mucho más difícil que en EEUU, pero tienen más muertos por arma de fuego que ningún otro país del mundo. Por lo que quizá deberíamos pensar que el origen no está tanto en el número de armas sino en que son sociedades muy violentas y, como tal, hacen gran acopio de armas, ya sea legal o ilegalmente. Las armas, en definitiva, son la consecuencia no la causa.

La causa por la que EEUU, México o Venezuela son lugares tan violentos se me escapa. Habría que indagar en otras áreas tales como los niveles de impunidad, la demografía, las tensiones raciales e incluso la cultura. Y, ojo, ninguna de ellas es para siempre. Hace un siglo Europa era un lugar muy violento mientras que Centroamérica era tranquilo. Hoy es al contrario. Haríamos bien en averiguar por qué y olvidarnos de debates estériles y circulares que más que aclarar enturbian el entendimiento del problema.

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1 Comment

  1. Somos mayoría abrumadora quienes deseamos que no se cometan asesinatos. Y también somos mayoría quienes entendemos que la voluntad de asesinar no reside en los medios empleados sino en la mente del asesino y que siempre ha habido, hay y habrá, personas con voluntad de asesinar. Éticamente, hay quien plantea que ya que los asesinatos son inevitables, al menos, que se pongan todas las trabas legales a los medios y así se podrá decir que se hizo lo que se pudo. Pero como las trabas legales no van al origen del problema ni suponen una traba real insoslayable, es decir, no evitan los asesinatos, resulta que solo se puede decir que se hizo algo inútil, sacrificando libertad real en aras de una falsa seguridad, para calmar conciencias, lo que éticamente, es áspero.
    Un cordial saludo.

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