Tablet PC, el futuro que nunca lo fue

hp_touchsmart_tx2En los últimos años la historia de Microsoft puede contarse por sonoros fracasos. Y no sólo el Windows Vista, del que echan pestes hasta quienes no lo han usado en su vida, o la última edición de Microsoft Office… sí, sí, esa misma que guarda los documentos de Word en un formato tan rebuscado que usted y sólo usted puede abrirlos. Aparte de estos dos tropiezos que, bien visto, no lo han sido tanto, porque Vista es el sistema operativo con el que se venden casi todos los ordenadores del mundo, y Office sigue siendo la principal (casi única) aplicación para las cosas de la oficina, hay otros proyectos muy personales (y muy desconocidos) de Bill Gates como los Tablet PC o los UMPC que se han pegado un batacazo antológico.

En su momento se vendieron como el futuro de la informática personal, como las nuevas estrellas de la galaxia tecnológica en torno a las cuáles íbamos a terminar girando todos. Al final han terminado siendo productos minoritarios, de nicho, que dice la gente que sabe de márketing. El UMPC no es que haya fracasado, es que ha sido asesinado vilmente por sus primos pobres, los Netbook, en un estallido de lucha de clases inédito en este mundillo. Allá donde el UMPC (siglas de Ultra Mobile PC) costaba mil y pico euros (con un pico muy alto) los Netbook se han quedado en la cálida región de los 300, frontera psicológica que separa el desenfundado inmediato de Visa del mantenerla en su sitio esperando mejor ocasión. Los UMPC, además, tenían (tienen, porque no están del todo muertos) una forma un poco rara. Consisten en una pantallita táctil con cuatro botones a los lados, procesador de ordenador grande, prestaciones de ordenador grande y precio de ordenador muy grande. Lo peor es que, después de toda esta exhibición de potencia y miniaturización, están dirigidos al tipo que quiere conectarse a internet desde la cama. En suma, piden demasiado por demasiado poco. Por eso nadie tiene uno (o casi).

Los Tablet PC, en cambio, parecen un ordenador portátil y, hoy por hoy, cuestan lo que un ordenador portátil. Quizá porque, en realidad, no son más que un ordenador portátil. Se anunciaron a bombo y platillo hace 6 ó 7 años. Era una apuesta personalísima de Gates que, en un arranque de heroísmo propio de un químico del siglo XIX, se aplicó su propio experimento y prescindió en su despacho de otro equipo que no fuese un Tablet. Como en aquel entonces Gates era el hombre más odiado del mundo, una especie de Bush de la tecnología, todos le dieron crédito y los periódicos se hincharon a hablar del ordenador del futuro. Hasta yo, que soy desconfiado de naturaleza, me veía en el año 2008 con un Tablet bajo el brazo tomando notas en las reuniones con un lápiz óptico mientras un robot nos servía café a todos los asistentes. Porque, esto era el futuro, ¿o no? Lo cierto es que a las reuniones sigo llevando la agenda de papel y un boli Bic (generalmente mordido) que acabo de robar a un redactor despistado. Lo más probable, por lo tanto, es que para 2015 toda la renovacion que experimenten mis reuniones sea la agenda.

El hecho es que los Tablet PC, lejos de morir, han sabido adaptarse a ciertos mercados, especialmente al educativo y al sanitario. Los profesores y los médicos trabajan de pie, así que un aparato que les permita tomar apuntes en la sacrificada postura bípeda supone un gran avance. Algo semejante sucedió con los PDA, que han dejado de ser un gadget y se han convertido en parte del equipo de trabajo de enfermeras, camareros y encargados de almacén, profesionales del no parar y del estar de pie. El resto de los mortales trabajamos sentados, comemos sentados y nos entretenemos sentados. Algunos, como los funcionarios o los maquinistas del metro, diríase que hasta se reproducen sentados. De ahí que no veamos tan necesario un invento concebido para moverse, y más cuando ese invento sale por un ojo de la cara y exige cierto aprendizaje. El Tablet presume de entender lo que escribes, pero no siempre es así, de hecho, casi nunca es así. Probé uno hace un par de años y tardé un cuarto de hora en conseguir que el sistema de reconocimiento de caligrafía comprendiese a medias que quería poner «Hola, me llamo Fernando y esto es un Tablet PC». Increíble pero cierto. Lo dejé por imposible a la mitad de mi nombre.

De eso hace dos años, claro. Hoy cuentan que las cosas han mejorado. También lo han hecho los precios. De los casi 2.000 euros que costaba el original Tablet disléxico que pasó brevemente por mis manos se ha bajado a los 800 pelados, por lo que hasta puede perdonarse que la maquinita no entienda del todo que uno quiera escribir “Torschlusspanik” en cursiva, palabra alemana de difícil traducción que se aplica a las mujeres cuando se les ha pasado el arroz. Por el precio y porque “Torschlusspanik” no es una palabra que se escriba a diario, la opción del Tablet empieza a ser factible para aquellos que, como usted, se han puesto a leer este artículo buscando refuerzos positivos para comprarse un Tablet.

La oferta de Tablet es amplia, no tanto, lógicamente, como la de Netbooks, que se encuentran en plena metástasis tras el exitazo del EeePC, pero suficiente para tener donde elegir. Dell los fabrica, Fujitsu-Siemens, Toshiba y Lenovo también, pero es HP la que más decididamente los ha apoyado. Llevan varios años perfeccionando el concepto y puliendo las líneas de diseño para hacerlos vistosos al consumidor medio. El último lo acaban de anunciar. Se llama TouchSmart y promete ser plenamente funcional cuando Windows 7 entre en escena el año próximo. Windows 7, que es un Vista mejorado, admite pantallas multitáctiles como la que actualmente equipa el iPhone. Eso hará posible, por ejemplo, que al abrir una foto podamos acercarla o alejarla con los dedos pulgar e índice. No es gran cosa pero mola bastante.

Si la conjunción de Windows 7, precios contenidos y diseños atractivos es favorable quizá el Tablet PC renazca y volvamos a ver como unos y otros empiezan a hablar del ordenador del futuro. Yo, que sigo siendo desconfiado, lo más probable es que vuelva a creérmelo y me recree de nuevo con ensoñaciones de un futuro sin agendas de papel y robots que sirven café. El futuro, a fin de cuentas, siempre será lo que uno quiera que sea.

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