Ya está bien de castigarnos

Tradicional, que inspira confianza, democrático, honesto, trabajador, urbanizado, fuerte, pacífico, solidario, rico, religioso y tolerante. Así es como ven España desde fuera según se extrae del Barómetro de la Imagen de España [PDF] que hace el Real Instituto Elcano todos los años. Una encuesta realizada sobre 4.468 entrevistas en once países (Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, EEUU, Chile, Ecuador, Marruecos, China, Japón y Turquía). Me parece algo bastante fidedigno. Quizá no nos tengamos por tradicionales pero, si bajamos al detalle y nos fijamos en tradiciones como la Semana Santa, el Carnaval o las fiestas patronales que no solo decrecen sino que ganan popularidad cada año, concluiremos que, efectivamente, España es un país muy tradicional.

Lo de la religiosidad quizá nos choque aún más a los nativos habida cuenta de la progresiva descristianización del país. Eso, evidentemente, se percibe mejor desde dentro que desde fuera. Aún así la mayor parte de españoles siguen bautizando a sus hijos, se casan por la Iglesia y piden funerales y entierros católicos para despedirse de este mundo. La religiosidad de un pueblo se mide en esos ritos de paso. En España se dan cada vez menos, pero siguen dándose. Con todo, la religiosidad no es mala siempre y cuando no se transforme en fanatismo.

Así es como, a grandes rasgos, nos ven desde fuera. Hay muchos más datos en el barómetro. Uno de ellos es también interesante: ¿en qué destaca España internacionalmente?, es decir, puestos a sacar aspectos positivos, ¿cuál es el más positivo de todos? Pues bien, España es básicamente un destino turístico. Un lugar donde se come bien, que tiene grandes deportistas, es seguro y disfruta de buenas infraestructuras. Todo es cierto.

No está nada mal para una tierra seca, estéril y pobre en la que el 10% de su suelo no es más que un páramo rocoso, el 35% pobre e improductivo, el 45% medianamente fértil y sólo el 10% francamente rico. Una península separada del continente por una formidable barrera montañosa, aislada y remota. Un país dividido en su interior mismo, partido por una elevada meseta central que se extiende desde el Cantábrico hasta el Mediterráneo. Un país fracturado, sin centro natural, sin rutas fáciles, sin ríos navegables, sin recursos naturales, sin materias primas.

Ya está bien de castigarnos. Hacemos lo que podemos con lo que nos ha caído en suerte. Y no lo hemos hecho del todo mal.

1 Comment

  1. Y de la cantidad de matanzas y guerras grandes que nos hemos librado gracias a la escasez de recursos naturales y a la dificultad del terreno. Compárese con el reguero de destrucción y crímenes que adorna la historia del Rin. O la del Danubio. O la del Yang Tze. O la del Mississippi. O la del Nilo. Bendita pobreza.

    Ya sé que muchos historiadores y politólogos lamentan que España no haya sido un campo de grandes batallas. Claro, con lo bueno que es eso para que se desarrolle la civilización y la cultura. Como en Italia. Como en Inglaterra. Como en Francia. Como en Prusia. Cuánta cultura, ciencia, arte y progreso. Todo gracias a las grandes campañas militares. Qué sería del progreso sin la guerra.

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