Icono del sitio Fernando Díaz Villanueva

El inquieto pero paciente Boris

Boris Johnson se convirtió ayer en primer ministro del Reino Unido. Se ajustó todo al protocolo. Theresa May presentó formalmente su renuncia a la reina y recomendó a Johnson como su sucesor. La reina procedió entonces a llamarle y le encargó la formación de Gobierno. Se ahorra así tener que pasar por los Comunes. En una monarquía parlamentaria como la española no lo hubiese tenido tan fácil. Aquí quien te convierte en primer ministro no es el rey, es el Congreso.

Con o sin el parecer del Parlamento Johnson llega al poder tres años después del referéndum del Brexit y 99 días antes de la fecha límite de salida de la UE. Él fue uno de los artífices de ese referéndum y será al final a quien le toque sacar al país de la Unión in extremis. Hay algo de justicia poética en esto.

Por más que los expertos apunten en una u otra dirección lo cierto es que no tenemos ni idea de lo que hará con un problema heredado pero para cuyo enredo contribuyó decisivamente. Tendrá que demostrar que es tan buen negociador como agitador fue durante muchos años.

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