129 años de libertades

Cuando en 1982 los socialistas llegaron al poder, un triunfante Alfonso Guerra afirmó en una antológica fanfarronada que con ellos se rompía una maldición centenaria. Eran los primeros en traer la libertad a España después de casi quinientos años de Gobierno “de la derecha”. Muchos lo tomaron como un desahogo propio de una noche electoral pasada por la barra del bar, pero lo cierto es que la historiografía progresista, fuente de la que bebía –y sigue bebiendo– la izquierda española, asegura eso mismo. Desde los Reyes Católicos hasta la Constitución de 1978 España vivió sumida en espesas tinieblas sólo aliviadas por algún rayo de esperanza como las dos repúblicas o el mitificado trienio liberal acaudillado por Riego.

Como era de esperar, tal visión de la historia es pura charlatanería cuyo único fundamento es anclar en la poltrona a los Gobiernos de un signo político muy concreto legitimando de paso que, ahora y por mucho tiempo, les toca a ellos mandar. Si echamos un vistazo a la cronología de los últimos doscientos años nos encontramos con una inesperada noticia: España ha sido, esencialmente, durante los siglos XIX y XX, una monarquía parlamentaria no muy diferente de la inglesa aunque, eso sí, menos constante y sometida a un sinnúmero de amenazas internas. Tomando como punto de partida las Cortes de Cádiz y su avanzadísima Constitución, modelo que tomarían posteriormente las repúblicas hispanoamericanas, y como punto final el momento actual, lo que vemos es que, de 198 años, 129 se ajustan al patrón del parlamentarismo liberal clásico y 69 al de la dictadura autocrática.

A este cálculo podrían hacérsele mil matices. La España de Isabel II, por ejemplo, no fue especialmente estable, se sucedieron los golpes de Estado y acabó como el rosario de la aurora. Pero esa era la tónica europea de la época. En esos mismos años Francia coronaba a Napoleón III como emperador plenipotenciario, Alemania, Austria o Italia se desangraban en románticas guerras de unificación y Estados Unidos se fracturaba en una sangrienta guerra de secesión. El sexenio revolucionario fue muy democrático y le sucedió un caos perfectamente olvidable como la afortunadamente breve I República. El medio siglo que duró la Restauración es equiparable a cualquier régimen occidental de la misma época: a la Inglaterra de Gladstone, a la Italia de Giolitti o a la Francia de Clemenceau. Y todo con una ventaja añadida, aquella España de “burgos podridos” no se metió en la Gran Guerra y permitió que el país progresase económicamente como no lo había hecho en todo el siglo precedente.

Tras la implosión de este sistema parlamentario España entró en un ciclo de inestabilidad y dictaduras que incluye nuestra trágica –y esperemos que irrepetible– Guerra Civil. Las casi cuatro décadas de franquismo no pueden considerarse dentro del cómputo parlamentario, pero fueron lo suficientemente estables como para restañar odios, cicatrizar heridas y allanar el camino a una democracia parlamentaria en cuya cabeza se sitúa, de nuevo, un monarca. Desde la vuelta del Rey llevamos más de 30 años de convivencia tranquila, representatividad política y libertades civiles. Como antaño, las amenazas vienen de dentro, del nacionalismo identitario de ciertas regiones y de la izquierda rupturista. Para el primero aún no ha terminado el siglo XIX, para la segunda la Guerra Civil está inconclusa y pendiente de declarar vencedor.

La historia contemporánea de España, a pesar del empeño que tiene la izquierda por presentarla como una anomalía, como una Rusia varada en el occidente europeo, como un Tíbet encastillado en la superstición y la barbarie, ha sido la de un país normal, inserto en las corrientes de cada época –en las buenas y en las malas– y básicamente libre. La edad de nuestras instituciones así lo atestigua. Si por libertad entendemos parlamentarismo, elecciones y Constitución, los españoles hemos sido más libres que los alemanes de los dos últimos siglos y un poco menos que los franceses. La otra libertad, la económica, ha ido a la par, aunque en eso cada vez somos un poquito menos libres. Quien quiera hacer las cuentas, que las haga.

Los números no engañan

El parlamentarismo de corte liberal ha ocupado casi toda la historia contemporánea de España. De 1837 a 1923, 86 años, el país se rigió por regímenes parlamentarios no muy diferentes a los que imperaban en otros países de Europa. Antes de eso en España se promulgó una de las primeras Constituciones del mundo, la Pepa, monárquica y liberal, que serviría de inspiración a otras muchas durante años. El siglo XX, el de los totalitarismos, se cebó con nuestro país, dejándonos como herencia dos dictaduras, una Guerra Civil y dos conatos revolucionarios que aún hoy la izquierda sigue reivindicando, tal vez porque el propio PSOE, que hoy se reclama dueño de la libertad española, pidió la implantación de una férrea dictadura marxista hace 70 años. Con todo, canalladas incluidas, el balance de la centuria ha sido, por poco, positivo: 51 años de parlamento frente a 49 de dictadura. Los números no engañan, y los hechos tampoco.

2 Comments

  1. Ahora resulta que la España de la Restauración era semejante a una monarquía parlamentaria como la inglesa. Semejante te referirás como la restauración del famoso Ecce Homo de la señora ésa famosa respecto al original, ¿no?

    España quebró en 1.898. ¿O no nos acordamos?. Arruinada por una guerra en la que fundamentalmente se habían enriquecido los Borbones y su favorito, el Ministro de Marina, bloqueando los años anteriores el submarino de Isaac Peral y luego vendiendo las patentes a americanos y británicos. Los 3 cruceros acorazados que nos hundieron en la bahía de Cuba habían costado igual que 50 submarinos, pero claro, se construyeron a base de comisiones reales y saqueo en una compañía montada con los británicos que básicamente construía navíos obsoletos, mientras se bloqueaba y se saboteaba el invento de Peral, que asqueado con tanto disgusto, se murió de cáncer el pobre

    «Si España hubiese tenido un solo submarino de los inventados por Peral, yo no hubiese podido sostener el bloqueo ni 24 horas» almirante George Dewey, jefe de la Escuadra estadounidense que puso cerco a Santiago de Cuba

    «Los españoles han echado al último de los Borbones ( Alfonso XIII )no por rey sino por ladrón.» Valle Inclán.

    » El país de Don Quijote, gracias a la monarquía de los Borbones, se ha convertido en el asno de Sancho Panza: glotón, cobarde, servil, incapaz de ninguna idea que exista más allá de los bordes de su pesebre. » Blasco Ibáñez

    Un Régimen tan maravilloso que tardó 30 años en caer y arrastró al país a una guerra fraticida, ni más ni menos

    «Los Borbones, esa gran familia enemiga de España» (Felipe II)

    España no era un país básicamente libre. Era un país agrícola (el 70% de su población), atrasado, analfabeto y tercermundista (léete alguna crónica de carreras automovilistas de los años 20 entre Madrid y Barcelona, cruzando los ríos en balsas a veces y por vados) gracias a una monarquía corrupta y caciquil que había gobernado España para sus intereses propios como un cortijo desde el primero de la estirpe, que se dedicó a conseguir reinos a sus hijas e intentar hacerse con el trono de Francia

    Y lo peor es que seguimos igual

  2. España no había tenido una Revolución Industrial como en Europa ahogada por las élites caciquiles, rentistas y extractivas que apoyaban el Régimen Monárquico. Como ahora, más o menos. Y acabó como acabó

    Repasa la conferencia que Keynes dio en la Residencia de Estudiantes en 1930 y cómo su profecía para España se cumplió milimétricamente (¡oh!, ¡he mentado a Keynes!… debo ser un perroflauta, fijo)
    Saludos

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