El ministro de exteriores de México, Marcelo Erbrard, anunció ayer la detención de casi 800 inmigrantes centroamericanos que viajaban escondidos en camiones que se dirigían a la frontera con Estados Unidos. 800 inmigrantes no es más que una gota en el océano de 12 millones de inmigrantes ilegales que, según se estima, viven en Estados Unidos. Pero es un símbolo y, a la vez, un mensaje que López Obrador envía a su homólogo estadounidense para calmar sus ímpetus.
Ímpetus arancelarios porque esta última crisis de la frontera comenzó a principios de mes cuando Trump ordenó que los aranceles a los productos mexicanos escalasen hasta el 25% si el Gobierno AMLO no se avenía a colaborar en materia migratoria, es decir, sino aceptaba a convertir México en la antesala fronteriza de EEUU. Tras aquello saltaron las alarmas y, tal y como se preveía, Obrador, que tan bravo se pone con el rey de España, se arrodilló de inmediato a las deseos de Trump. En suma, que el Peje sabe con quien ponerse gallito y con quien agachar el lomo.
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