Adiós al acuerdo con Irán… ¿y ahora?

Durante el año pasado la administración Trump estuvo dividida entre los que apoyaban al presidente en su intención de romper el acuerdo nuclear con Irán y los que querían mantenerlo con algunas modificaciones. Ese debate concluyó tan pronto como salió Rex Tillerson de la secretaría de Estado y el general McMaster del consejo de Seguridad Nacional. En su lugar entraron Mike Pompeo y John Bolton, ambos abiertamente contrarios al acuerdo.

El acuerdo en cuestión, refresquemos la memoria, se firmó en octubre de 2015 en Viena y llevaba la firma de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más la Unión Europea. Irán se comprometió a eliminar sus reservas de uranio enriquecido y a no construir ninguna central nuclear de agua pesada. A cambio le levantaban las sanciones. Bien, el acuerdo entró en vigor en enero de 2016 y los iraníes lo han violado en varias ocasiones tal y como ha ido informando la prensa desde entonces.

Tampoco es del todo extraño ya que el acuerdo era un completo desastre. Por un lado no incluía a los misiles balísticos, por otro dejaba la labor de inspección en un equipo de Naciones Unidas, pero el Gobierno de Alí Jamenei les prohibió la entrada a las instalaciones militares sin que éstos pudiesen hacer nada. EEUU se quejó, pero fue inútil. Ni pidiéndoselo la ONU de rodillas consiguieron que Teherán franquease el paso de los inspectores a sus bases. Es fácil deducir, por lo tanto, que Irán sigue con su programa nuclear, aunque desde 2015 por medios más discretos.

El acuerdo es papel mojado y podemos hablar de él en pretérito perfecto sin temor a equivocarnos. La cuestión es saber qué va a pasar ahora. A pesar de que Trump prometió elaborar una estrategia para enfrentar este problema hace ya más de seis meses, lo cierto es que no se ha hecho nada, es decir, que no sabemos muy bien lo que hará la Casa Blanca. En el otro lado, en Irán, si que sabemos lo que han hecho y lo que están haciendo.

El acuerdo y el subsiguiente levantamiento de las sanciones han permitido a Irán expandir su actividad por todo Oriente Medio con resultados un tanto trágicos para los intereses de Occidente. Se ha levantado un pequeño «imperio» iraní que va de Teherán a Beirut pasando por Bagdad y Damasco. Desde 2015 su esfera de influencia se ha ampliado y consolidado. Las milicias chiítas patrocinadas por Irán y reclutadas en Irak, Pakistán o Yemen combaten en Siria al lado de Bashar Al-Assad. No se sabe a ciencia cierta cuántos son, pero se calcula que entre 60.000 y 80.000 efectivos.

Aparte de esta legión chiíta repartida por toda Siria, los ayatolás han desplegado su arsenal estratégico gracias a que los misiles balísticos no estaban incluidos en el acuerdo de 2015. Un arsenal convencional, pero que dejaría de serlo en cuanto le equipen con ojivas nucleares.

Otro ámbito en el que los iraníes se han crecido es el del ciberespacio. Algunos hablan ya Irán como la nueva China. Han desarrollado sofisticados sistemas de ciberespionaje y cuentan con una influencia creciente en la red. De un tiempo a esta parte las noticias sobre hackers iraníes son comunes en los periódicos. Sin necesidad de irnos muy lejos en el tiempo, el mes pasado el Gobierno de EEUU acusó a nueve hackers iraníes de robar información de universidades, compañías privadas y agencias gubernamentales. Los saudíes y los israelitas también han tenido accesos no autorizados en sus sistemas de plantas petrolíferas e incluso de ministerios.

Toda esta actividad han podido financiarla gracias al levantamiento de las sanciones, que les dio acceso al mercado internacional de petróleo. Se calcula que Irán ha ingresado unos 100.000 millones de dólares en concepto de venta de crudo. Buena parte de ese dinero se ha ido en modernizar el ejército y en aventuras varias como la de Siria o la de Yemen. Poco se ha quedado dentro de Irán. La muestra la tenemos en las manifestaciones que hubo a principios de año en Teherán y otras ciudades.

Quizá el camino sea ese, aprovecharse de la crisis de legitimidad interna del régimen. Es una oportunidad que debería ser explorada. El mundo se lo agradecería mucho, los iraníes de a pie más todavía.

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1 Comment

  1. Fiarse de la palabra de Irán y perdonarle concreciones y comprobaciones, es propio de quien quiere la foto del acuerdo más que el cumplimiento del mismo. Según lo previsible, la foto fue un hecho y el incumplimiento, también. Ahora se puede apostar por un nuevo y difícil acuerdo, con concreciones y comprobaciones, y con una foto lejana o apostar por la hostilidad. Lo malo de la hostilidad con Irán es que significa más gasolina para el incendio de Oriente Medio y lo bueno es que es la posición en la que se tiene más experiencia y en la que las intenciones de todos están más claras. Lo bueno para Donaldo es que sus malas formas diplomáticas no pueden estropear nada, pues ya está todo deshecho. Irán no es el torpe de esta película y ni siquiera es de lo peor del reparto. Veremos como baila con las ineludibles próximas sanciones.
    Un cordial saludo.

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