Bárcenas, el alpinista de Huelva

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«Voy mucho a Suiza porque soy amante del esquí y del alpinismo», le dijo con un par al juez que instruía el caso Gürtel en el TSJM. El alpinista se llama Luis Bárcenas Gutiérrez y es de Huelva, provincia famosa en todo el mundo por los deportes de invierno, como el Vorarlberg, como los Grisones, como la alta Saboya. Pero, ¿quién es el Bárcenas este?, ¿de dónde ha salido? En cinco palabras: es un político del PP. Punto. Nació en 1957 y 25 años después, en 1982, entró a trabajar (sí, a trabajar) en AP. Lo hizo porque era amigacho de uno de los sobrinos de Manuel Fraga, que debió extender la oportuna recomendación. Ya se sabe que en España una recomendación a tiempo vale más que rondar un año con un curriculum impecable. Que se lo digan a los sorayos, maestrillos del enchufe que con poco seso y mucha gafa se han adueñado de nuestras vidas y haciendas.

Como era de natural cumplidor y reservado, cualidades ambas muy apreciadas en los contables, los que llevaban los dineros de AP, un tal Naseiro y un tal Sanchís, lo pusieron a trabajar con ellos. Sobreviviría a los dos. Digo sobreviviría porque el tal Naseiro y el tal Sanchís fueron engullidos a principios de los noventa por un escándalo del que ya nadie se acuerda y que se llamó como el primero: Caso Naseiro. Busquen en Google y se enterarán en que consistió aquel prototrinque.

Bárcenas, el onubense, supo esperar el tiempo que fue menester. Los contables, amén de reservados, son pacientes. Tras los Naseiros llegó un tal Lapuerta a gestionar la viruta pepera, que siempre ha sido mucha porque los partidos producen poco pero gastan como si produjesen mucho. En 2007 se jubiló y allí estaba el alpinista para heredar, cosa que hizo poco antes de que Rajoy se marcase en Valencia aquella recreación histórica de los congresos del Partido Comunista Búlgaro de Zhivkov. No me cansaré de decirlo, en Bulgaria, es decir, en Valencia, es donde arrancó la ruina que hoy aflige a la patria. Y como la patria somos nosotros, de aquellos congresos estas miserias.

Después de tanto esperar, la herencia le duró poco más de un año. En 2009 tuvo que dimitir, pero conservó el escaño en el Senado y el carné del PP entre los incisivos hasta el año siguiente. Porque Bárcenas no se contentaba con contar el dinero al Partido, también quiso probar esa eléctrica sensación que recorre la espina dorsal cuando uno se sienta en el mullido escaño de la cámara alta, la de los patres conscripti. Fue culiparlante senatorial desde 2004, casualmente la fecha en la que Mariano se hizo con el timón de la nave. También estuvo en la Ejecutiva del Partido cuando mandaba…, venga, diga un nombre, si, premio, cuando mandaba Mariano Rajoy. Luego pasó lo que pasó, las dimisiones, los jueces, las declaraciones de amor al esquí y al alpinismo y los 22 millones de euros en Suiza.

Caballeros, aquí lo tienen, este es Bárcenas. ¿Siguen creyendo que Mariano Rajoy y toda su sorayía no tienen nada que decir al respecto?

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