¿Por qué Estados Unidos abandona la UNESCO?

En honor a la verdad, la decisión de Estados Unidos de irse de la UNESCO no la esperaba nadie pero era previsible. Llevaba de uñas con ellos desde hace años, seis, exactamente. En 2011 dejó de pagar su abultada cuota que suponía el 22% del presupuesto total de la organización. Desde entonces no ha soltado ni un centavo y debe ya 542 millones de dólares. Para un organismo cuyo presupuesto anual ronda los 600 millones de dólares supone una cantidad crítica que compromete su funcionamiento. Israel, que también ha salido, no aportaba tanto, tan sólo el 0,4% del total, aunque lleva sin pagar desde 2011 y hoy adeuda 8,5 millones de dólares.

La razón por la cual EEUU e Israel dejaron de pagar primero y se han marchado después fue la admisión como miembro de Palestina. Como miembro de pleno derecho, no como observador, que es su calidad en otras organizaciones internacionales como la ONU, la OMS o la OMT. Palestina entró en 2011, al año siguiente, en 2012, la UNESCO declaró la basílica de la Natividad de Belén como Patrimonio de la Humanidad en peligro. Nadie duda de que esta basílica, una construcción bizantina del siglo VI, reúne las condiciones para figurar en el catálogo de sitios Patrimonio de la Humanidad. Lo que ya es más discutible es que se encuentre en peligro. Su estado de conservación es bueno y así se lo hicieron saber a la UNESCO tanto el Gobierno israelí como las tres iglesias cristianas que administran la basílica: la católica, la ortodoxa griega y la apostólica armenia. Pero la UNESCO, dirigida ya por la búlgara Irina Bokova, hizo oídos sordos. Luego aquello era pura y simple política. La basílica estaba en peligro por la presencia de Israel y por nada más, a pesar de la especial protección que ese Estado dispensa desde siempre a los lugares santos cristianos y a sus peregrinos.

Un año más tarde, en 2013, el consejo ejecutivo de la organización emitió seis condenas al Estado de Israel y, como había cogido carrerilla, aún tuvo tiempo de homenajear al Che Guevara incluyendo todas sus obras en su registro «Memoria del mundo». En 2016 llegó la gota que colmó el vaso, este mismo consejo aseguró que el Monte del Templo de Jerusalén carece de conexión alguna con el judaísmo, sólo con el Islam. Al describirlo citaba la mezquita de Al-Aksa y la Plaza Buraq, que es como los musulmanes denominan al Muro de las Lamentaciones. De hecho ni siquiera se refería al lugar como Monte del Templo, sino como explanada de las mezquitas.

Cuando menos chocante porque en ese lugar se levantaba el templo (o los templos porque fueron tres a lo largo de mil años) del judaísmo antiguo. Posteriormente se construyó la mezquita de Al-Aksa, que sirvió de cuartel general para los caballeros templarios, y la Cúpula de la Roca, que no es propiamente una mezquita, sino un santuario especialmente sagrado porque, según la tradición islámica, en ese punto el profeta Mahoma ascendió a los cielos. Los musulmanes, que fueron los últimos en llegar, simplemente resignificaron el lugar, que ya era santo para hebreos y cristianos porque, al parecer, en ese mismo sitio Abraham a punto estuvo de sacrificar a su hijo Isaac.

Quizá nos sorprenda, pero este tipo de sesgos son normales en la UNESCO, que siempre fue una organización altamente ideologizada. Ronald Reagan lo entendió a la primera y en 1984 la abandonó en una época en la que, amén de anti israelí, era pro soviética. La dirigía entonces un tal Amadou M’Bow, un político senegalés de esos graduados en la Sorbona, que degradó la institución hasta límites inconcebibles. Cuando Reagan tomó la decisión (Thatcher le siguió poco después) la UNESCO era ya poco más que un satélite de Moscú que daba de comer a una caterva de políticos profesionales viviendo a cuerpo de rey en París.

EEUU regresó en 2003 con la esperanza puesta en que el japonés Koitchiro Matsura, director desde 1999, llevase a cabo las reformas prometidas y se dedicase a su objetivo fundacional de promover la educación, la cultura y la ciencia. No sé si la nueva directora, la francesa Audrey Azoulay, habrá captado el mensaje. La semana pasada su antecesora dijo que era una gran pérdida y que la «lucha contra el odio y el extremismo» se resentiría. En fin, sorprendente en alguien que hace sólo cuatro años estaba rindiendo un tributo al Che Guevara, divisa inmortal del odio ideológico y el extremismo político. Quizá haga falta que otros grandes contribuyentes como Alemania o el Reino Unido se retiren para que empiecen a tomárselo en serio. O quizá lo mejor es que se desmantele la propia UNESCO porque para fomentar la cultura, la educación y la ciencia no se me ocurre nadie peor que un burócrata.

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1 Comment

  1. La UNESCO es una caterva de políticos y burócratas que con la escusa de la ciencia, la cultura y la educación, se dedican a saquear a los contribuyentes, no para hacer, sino para estar. Si bien, ya que están, no se resisten a enfangar con sectarismo y desconocimiento, por aquí y por allá. La posición estadounidense es clara: la UNESCO les resulta cara, y como no la controlan, inútil. Al resto de países también les resulta cara, pero no inútil ya que les ofrece a sus miembros una pátina de solidaridad. La UNESCO es una declaración de buenos deseos que manejan unos funcionarios, parásitos y dogmáticos. En fin, un unicornio azul coceando y corneando en un aula: la lía parda, pero… es tan bonito.
    Un cordial saludo.

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