
Hace casi 19 años, a finales de 1998 se presentó una cámara que en el acto se convirtió en objeto de deseo de todos los aficionados. En aquel entonces la fotografía digital estaba dando sus primeros pasos y cualquier novedad despertaba la curiosidad inmediata. Los puristas decían muy convencidos que nunca alcanzaría la perfección y la «calidez» (solo ellos sabían lo que querían decir con eso de la calidez porque no solían dar más detalles) de la película. Los que éramos jóvenes y teníamos una fe inquebrantable en el futuro estábamos seguros de que no iba a ser así, que en algún momento las digitales alcanzarían en calidad a las de toda la vida. Las de toda la vida en 1998 eran las que se les metía un carrete de 24 o 36 fotos en el respaldo, se disparaba y se llevaba a revelar. Si el carrete era en blanco y negro podía revelarse en casa después de hacer malabarismos con las cubetas y los líquidos para al final obtener un resultado más que cuestionable. Porque una cosa era hacer fotos y otra bien distinta positivar. Había artistas en los dos ramos y de vez en cuando surgía de las profundidades un genio a quien se le daban bien las dos cosas. Digo todo esto porque los millenials de nuestros días, esos que echan el día haciéndose autofotos con el móvil para subirlas a Dios sabe donde, no se acuerdan de cuando las fotos no eran instantáneas y cada una de ellas era irrepetible y llevaba su preproducción, su producción y su postproducción.
La cámara que se presentó entonces, en aquel otoño del 98, y que nos dejó con la boca abierta fue la Canon PowerShot Pro 70. Un maquinón. 1,6 megapíxeles, pantalla LCD trasera de 2 pulgadas articulada a todo color y dos ranuras para tarjetas Compact Flash. Era capaz de disparar ráfagas de tres fotos por segundo, pero solo en el ajuste de baja calidad, que era de 0,5 megapíxeles. La rapidez de la película, en este caso del sensor, iba de 100 ISO a 200 ISO aunque, como en el caso anterior, si se seleccionaba el ajuste de baja calidad, podía forzarse el sensor hasta los 400 ISO. Aquello era simplemente acojonante. En los tiempos de la película había tres sensibilidades: 100, 200 y 400, aunque esta última se solía emplear solo en blanco y negro. Si cargabas un rollo de 100 todas tenías que hacerlas de día o con muy buena luz, de hecho en la caja ya lo advertía con un texto en inglés que decía «daylight». La Pro 70 permitía llevarlas todas en uno y así poder rebañar unos pasos de diafragma al atardecer. Ya solo por eso la fotografía digital merecía la pena.
La óptica iba a la par del resto del conjunto: un 28-70mm muy luminoso (f2-2.4) encapsulado dentro del cuerpo de la cámara, que no es muy acorde a los gustos actuales pero que entonces era el no va a más del futurismo. Se daba un aire a una réflex pero no lo era. Lucía dos colores y texturas: metálico plateado y negro goma separando la parte óptica de la electrónica como queriendo hacer ver que lo bueno de antes se mantenía mientras que el resto cambiaba. Uno hasta le perdonaba que no tuviese medición puntual, enfoque manual y el zoom fuese de una lentitud exasperante. Decidme si era o no bonita.
Tanta tecnología había que pagarla, y no era precisamente barata. Salía por unos 1.500 euros de la época. Hoy por ese precio tenemos, en la misma categoría de cámaras bridge, monstruos como la Sony RX10 III que hace tiempo alcanzaron a las cámaras de película y las han superado en todos los ámbitos. Al final resultó que los optimistas teníamos razón. No siempre sucede pero a veces es así. Un pesimista en ocasiones no es, como decía Benedetti, un optimista mal informado, es simplemente un amargado que, además, no ha hecho nada por informarse.
Más o menos en esa época, tuve la oportunidad de probar por unos meses, la Sony Mavica, que era una cámara fotográfica bastante más humilde pero muy bonita, y dejaba a todos con la boca abierta sólo de verla! tenía pantalla de LCD por detrás, y cargaba un diskette de 1.44mb, con lo cual las fotos eran de resolución bajísima. Así y todo, guardo fotos hermosas de esa época en la que todo esto del mundo digital, era una novedad. Saludos!
Las recuerdo y como todos tuve la conversación con el fotógrafo que «avanzó» que jamás llegaria a la calidad de las químicas,por supuesto,le comenté que esperara,de hecho no hubo que esperar demasiado ciertamente.