El juicio del caso Gürtel ya tiene sentencia. La hizo pública ayer la Audiencia Nacional. Es una sentencia ejemplar, en algunos aspectos podríamos decir que es incluso histórica.
Francisco Correa, el cabecilla de la trama, ha sido condenado a 51 años de cárcel. Luis Bárcenas, el ex tesorero del PP a 33 años y, ojo, aún falta que se libre el caso que lleva su nombre, el caso Bárcenas, que versa sobre los pagos en dinero negro a dirigentes del PP. A Pablo Crespo le han caído 37 años, a Alberto López Viejo, ex alcalde Pozuelo y ex marido de Ana Mato, 14 años. Ana Mato fue declarada culpable a título lucrativo. No irá a prisión, pero tendrá que reponer 27.800 euros por los regalos que le hicieron. No ha tenido tanta suerte Rosalía Iglesias, la mujer de Bárcenas, que purgará su pena con 15 años entre rejas. El PP también ha sido condenado a título lucrativo y deberá devolver 245.000 euros. Una auténtica galerna cantábrica que habrá de tener consecuencias y que esperemos que las tenga pronto.
Que un partido político que lleva en el poder la tira de tiempo esté corrompido al por menor, al por mayor, sistemática y estructuralmente, no es sorprendente, pues es lo que ha ocurrido siempre y lo que ocurrirá, en fin, inexcusables de la política. Ahora bien, que en un partido estructuralmente corrupto sus integrantes se reconozcan tarugos inconscientes, suena a que no quieren reconocerse cómplices por omisión o directamente culpables. Y, ya, que el responsable máximo del partido no quiera asumir que preside una organización criminal por delictiva, impostora y farisea, es de traca. Habrá que cambiar este partido por otro que acabe en las mismas, si se le da el tiempo suficiente. El espectáculo que se va a dar en el traspaso de poderes estará, como no, a la altura de nuestra clase política. Lo que vamos a tener que oír y ver sobre dignidad y responsabilidad, va a ser de antología.
Un cordial saludo.