
Pedro Sánchez agota sus últimas semanas en la Moncloa antes de las elecciones del 28-A. Si no revalida el puesto es harto probable que en su partido no le den otra oportunidad de intentarlo, de manera que va a por todas. Quiere enviar un mensaje al electorado de izquierdas para convencerles de que él y no Podemos es la opción progresista, la que parará a la derecha y gobernará después con un programa netamente izquierdista.
Ha dado algunos pasos en esa dirección. No todos coronados por el éxito. El caso de la tumba de Franco es el más paradigmático. Otros si los ha conseguido como con el salario mínimo. Pero lo que de verdad va cargado de simbolismo es la reforma laboral que aprobó Rajoy en 2012. Quiere acabar con ella, pero no sabe muy bien cómo. De conseguirlo sería trágico para el mercado laboral. Vamos a ver por qué.
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