La espantada de Rutte y el Movimiento Campesino

La semana pasada Mark Rutte, primer ministro de los Países Bajos, presentó su dimisión y, a renglón seguido, anunció su retirada de la política. La dimisión era inevitable ya que su gabinete, formado hace sólo año y medio con una coalición de cuatro partidos, se vino abajo a causa de un polémico proyecto de ley que restringe las condiciones de asilo. Sus socios democristianos y socialdemócratas se oponían a la propuesta que había hecho el primer ministro de limitar a 200 mensuales los refugiados que, a partir de la aprobación de la ley, podrían entrar en el país para reagruparse con sus familiares. El asunto preocupa mucho en Holanda ya que las solicitudes de asilo político se han prácticamente doblado desde hace dos años. Se prevé que para el año próximo la cifra se siga incrementando. La legislación holandesa es muy generosa con los refugiados que, una vez dentro del país, piden reagruparse con su familia.

Parece un asunto menor y seguramente lo sea, más aún para alguien como Rutte, que lleva desde el año 2010 al frente del Gobierno ganando elección tras elección, ajustándose a coaliciones cambiantes y sorteando todo tipo de problemas. Esa es la razón por la que se le conoce como el político de teflón. En estos trece años de Gobierno ha pactado con quien ha hecho falta para mantenerse en el poder. El último Gobierno lo formó tras las elecciones de 2021 y llevó meses varios meses de negociaciones. Rutte, del Partido Popular por la Libertad y la Democracia, de tendencia liberal, ha sido durante todos estos años el favorito de los votantes holandeses, pero no por mucho. El parlamento está muy fragmentado, hay un total de 17 partidos con representación, lo que da fe de la endemoniada gobernabilidad del país. Esto podría complicarse en el futuro ya que hace un par de años empezó a subir como la espuma un partido llamado Movimiento Campesino que se opone frontalmente a la agenda climática holandesa y europea. Podría ser que Rutte quiera mover el eje del debate de las cuestiones climáticas a las migratorias, pero ya sin él presente.

Lo cierto es que las coaliciones forjadas por Rutte han sido muy duraderas. Eso sí, tres de las cuatro tuvieron que dimitir antes de tiempo obligando a convocar elecciones. La primera la cerró con Geert Wilders, líder de la derecha identitaria holandesa, y aquello terminó como el rosario de la aurora, sólo dos años duró el Gobierno de coalición y tuvieron que convocar elecciones anticipadas de las que Rutte salió fortalecido. Llegó entonces a un acuerdo con los socialdemócratas que le facilitó una legislatura completa de tranquilidad. Tras las elecciones de 2017 tuvo que ponerle de nuevo imaginación articulando una coalición de cuatro partidos que saltó por los aires cuatro años después forzando de nuevo a un adelanto electoral del que salió el actual Gobierno.

Lo que los holandeses no esperaban era que Rutte decidiese marcharse. Es joven, tiene sólo 56 años, y tanto en los Países Bajos como en el resto de Europa es un tipo respetado y hasta admirado por su proverbial habilidad para alcanzar acuerdos. Muchos temen que, cansado ya de la volátil política holandesa, se haya puesto como objetivo algún cargo internacional de renombre como la secretaría general de la OTAN o la presidencia del Consejo Europeo. Sus actuales titulares, Jens Stoltenberg y Charles Michel están de salida. El primero tiene su mandato prorrogado por sólo un año, el segundo dejará el cargo en noviembre de 2024. Esos son exactamente los mismos puestos a los aspira Pedro Sánchez en el caso de que no pueda seguir en el Gobierno. Se avecina, pues, una disputa en la cumbre entre dos políticos diametralmente opuestos y que ya en el pasado se enfrentaron.

En La ContraRéplica:

  • Covite y el «que te vote Txapote«
  • Problemas de agua en Uruguay
  • Integración de los inmigrantes

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