La polémica de las competiciones femeninas

Hace unas semanas estalló un formidable escándalo en los ámbitos deportivos cuando diversas voces denunciaron que Lia Thomas, una nadadora estadounidense transgénero de 22 años, batió varios récords femeninos. Antes de completar su transición Thomas compitió durante tres años como hombre cosechando mediocres resultados. A Lia Thomas, en definitiva, la reasignación de género le ha permitido pasar del puesto 462 al primero en sólo tres años. La polémica ya estaba servida. A principios de año 16 miembros del equipo femenino de natación de la Universidad de Pensilvania enviaron una carta a la escuela y a las autoridades de la Ivy League para quejarse por la participación de Thomas en las competiciones universitarias.

Más recientemente ha surgido el caso de Emily Bridges. Bridges, una ciclista británica, que inició su transición hace dos años. La Federación Británica de Ciclismo le exige someterse a un tratamiento hormonal para reducir sus niveles de testosterona hasta un umbral a partir del cual podrá competir contra mujeres. Bridge ha seguido compitiendo contra hombres mientras recibía el tratamiento y, de hecho, ha ganado una medalla de oro en el campeonato universitario británico que se disputó en febrero de este año. Ahora Bridges, que antes de reasignarse el género se llamaba Zachary, se prepara para dar el salto a la competición femenina y eso ha hecho que salten todas las alarmas entre las ciclistas británicas.

La controversia sobre la participación de mujeres transgénero en las competiciones deportivas no ha hecho más que empezar y se intensificará conforme pase el tiempo. Los hay que están a favor y también los que están en contra, aunque estos últimos procuran no decirlo muy alto para evitar que les califiquen como “tránsfobos”. El hecho incontestable es que si en los últimos juegos olímpicos, los de Tokio, hubieran sido mixtos las mujeres biológicas apenas habrían obtenido medallas. En maratón la primera mujer hubiese quedado en el puesto 71º, en natación de aguas abiertas, la 23º (de 26 participantes); y en triatlón, la 49º (de 51 participantes). En atletismo 100 metros, 400 metros y 800 metros no se hubiera clasificado ni una mujer ni para las semifinales.

Dentro de unos años podríamos encontrarnos con la paradoja de que en las competiciones femeninas no compitan mujeres biológicas. Una parte del movimiento feminista está en contra, habla del “borrado de las mujeres” y pide que a las competiciones deportivas femeninas sólo puedan inscribirse mujeres biológicas. Arguyen que hombres y mujeres somos diferentes desde el punto físico. Los hombres biológicos poseen de promedio mayor volumen corporal, altura, densidad muscular y ósea, pulmones y corazón más grandes, hombros y tórax más anchos y caderas más estrechas. El dimorfismo sexual entre hombres y mujeres está a la vista y eso tiene consecuencias en la práctica del deporte, donde el rendimiento de los hombres biológicos es mayor que el de las mujeres biológicas.

Para hablar de este asunto que tanta atención está despertando últimamente nos acompaña hoy en La ContraCrónica Irene Aguiar, una abogada española especializada en derecho deportivo. También está con nosotros Alberto Garín, que aunque es un ilustre historiador, es también persona preocupada por los grandes temas del presente.

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2 Comments

  1. Pues yo si lo digo y me da igual que me llamen transfobo, al fin y al cabo, digan lo que digan, los transfobos, como los homosexuales, son anomalias, lo normal es ser hetero. Punto.

  2. Yo mas bien diría que son minorías que deben ser respetadas como cualquier otro colectivo humano que se integra y convive pacíficamente. Lo que ocurre es que el ser humano, sea hetero, homosexual, lesbiano, trans, trons o trens, carece de medida y proporción, y siempre acaba jodiéndolo todo. Es un rey Midas al revés.

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