Madrid, moneda verdinosa, comida de prestamistas y concejales, de las buhardillas que tienen un geranio orinado por Quevedo y una antena de televisión. Madrid es una gran vagina donde tomaba café, el ámbito de su hechicería verbal, su odisea de ninfas y cuchillos.
Umbral era bueno sí, pero Raúl del Pozo no se queda manco.
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