Aunque parezca una broma, el Gobierno ha presentado los presupuestos de 2017 el día 4 de abril. Esos mismos presupuestos que eran urgentísimos en agosto e inaplazables en octubre. Una vez confirmados en la poltrona consiguieron la prórroga de Bruselas y se lo han tomado con toda la calma del mundo para presentar unos presupuestos expansivos que, por descontado, no cumplirán como no han cumplido con ninguno de los anteriores. Unos presupuestos, en definitiva, que bien podría haber presentado el mismo Zapatero.
Que el Estado se gaste entre el 40 y el 50% de lo que se produce en el país sin que se cuestione si debe hacerlo, cómo debe hacerlo o por qué los resultados son irrelevantes, es nuestra realidad. La dureza de la misma consiste en que somos forzados a pagar impuestos por variados conceptos que pretenden disimular su imposición y que además debemos endeudarnos, también obligatoriamente, porque con la forzada recaudación, no da. El abuso se basa en minorías organizadas que parasitan a la mayoría desorganizada. Es lo que hay y es lo que habrá. El drama, es que las cuentas solo cuadran en el papel, autoconcediéndose un préstamo a cargo de los tributarios para tapar la quiebra del sistema de pensiones, por ejemplo. Cuando se caiga el artificio, los tributarios pasaremos de pagar impuestos más o menos conformes a no poder pagarlos más o menos demandantes de ayudas. Todo muy triste y previsible.
Un cordial saludo.