
La pesadilla electoral en Estados Unidos está aún lejos de concluir. A pesar de que el sábado pasado AP declaró vencedor a Joe Biden, la ofensiva republicana se ha intensificado y en ella no sólo participa el equipo legal y de campaña más cercano a Trump. Los líderes republicanos en la Cámara de Representantes y en el Senado apoyan al presidente en sus reclamos y se niegan a reconocer a Biden como presidente electo. Entretanto, Trump está persuadido de que finalmente se hará con Georgia, que Wisconsin puede dar la vuelta y que Nevada, en palabras textuales del presidente “es una alcantarilla de votos falsos”.
Por el momento no ha aparecido ninguna prueba concluyente de fraude electoral masivo y organizado, ni en Nevada ni en ningún otro Estado, pero los republicanos no dan su brazo a torcer. Quieren ir hasta el final y consumir los plazos que marca la ley. Los resultados electorales son, recordémoslo, provisionales y mantendrán esa provisionalidad hasta el mes de enero, cuando el Congreso grabe sobre piedra el nombre del ganador y le emplace formalmente para la investidura. Antes de eso, a mediados de diciembre, se constituirá el Colegio Electoral. Para entonces todo tiene que estar concluido. A Trump no le sobra tiempo, por eso va tan rápido
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