Dio comienzo ayer la visita oficial del presidente de China a España. Es la primera desde tiempos de Hu Hintao hace ya más de diez años. Xi Jinping ha aprovechado la cumbre del G20, que arrancará en Buenos Aires este viernes, para hacer unas gestiones en Europa. China busca aquí aliados en la disputa arancelaria que se trae con EEUU, de ahí que esté cuidando mucho la relaciones con los países grandes de la UE.
Pero esta guerra comercial que ya está en marcha podría no ser tan encarnizada como parece. Todo indica que de un modo un u otro se terminarán dando cuartel. Entretanto la UE y más concretamente España deberían aprovechar la oportunidad que les han servido en bandeja.
Sospechosísimo repentino interés, después de años y años de cordial indiferencia, por parte de la dictadura china. Recién iniciadas las hostilidades comerciales entre los EEUU y la República Popular China y sin saber muy bien si la cosa quedará en amagos y retóricas o si se enturbiará de tal manera que todos debamos posicionarnos en un bloque comercial más o menos explícitamente y con más o menos agrado, llega este tal Xi a sonreírnos mientras camina como Winnie the Pooh y prometernos por enésima vez que china se abrirá a las empresas españolas, promesas escuchadas repetidamente desde hace dos décadas y siempre concretadas en conatos, de nada. Puestos a tratar temas serios y vender nuestro compromiso con occidente, con todas sus consecuencias, habrá que sopesar los beneficios de abrazar a los comunistas de sonrisa amable, beneficios que hasta ahora siempre han sido baratijas con augurios de incalculables tesoros. En esta ocasión de nuevo promesas, sonrisas y oscuros propósitos.
Un cordial saludo.