Parece que al final habrá cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-un. Será el próximo 12 de junio en Singapur. Digo parece porque Trump la canceló la semana pasada y ayer la Casa Blanca volvió a darla por buena. Se diría que Trump le ha tomado la medida al líder norcoreano y está haciéndole sufrir deliberadamente. Porque si a alguien le interesa esa cumbre (y lo que salga de ella) es precisamente e Kim Jong-un. No tanto para eliminar su programa nuclear, que no querrá hacerlo, como para conseguir que le levante la ONU las sanciones que recaen sobre su régimen.
De cualquier manera la cumbre de Singapur es una oportunidad para todos y Trump no debería dejarla escapar. Podría apuntarse el tanto de la década (acabar con la guerra de Corea tras 70 años de armisticio), al tiempo que retoma la iniciativa en la zona para chasco de los chinos. Una de esas ocasiones en las que poniendo muy poco se puede ganar mucho.
La actual Corea del norte, nuclearizada e internacionalmente sancionada, es una ruina que galopa hacia un motín. Una futura Corea del norte desnuclearizada sería una dictadura infecta más pobre que sus vecinos que trotaría hacia un motín. El nortcoreano necesita imperiosamente evitar el colapso ya, por lo que está abocado a sonreír y firmar lo que sea, pero eso le garantiza que necesitará imperiosamente evitar el colapso más adelante. Si no firma es porque no pretende cumplir, pues entiende que cumplir es sentenciarse, y si firma es porque pretende fingir que cumple y tratar de continuar la tradición familiar de pitorrearse del mundo pese a que el mundo está más que escarmentado de sus choteos. Kim no puede firmar de buena fe ni puede no firmar, si quiere prorrogar su tiranía. La suma de despóticas decisiones que ha ido tomando durante su mando le han traído hasta este punto, en donde suda sangre ante opciones horripilantes. Ya que no puede acertar, ojalá que se equivoque garrafalmente.
Un cordial saludo.