
Andrés Manuel López Obrador, más conocido como AMLO, anunció el mes pasado que se fijará un sueldo en 80.000 pesos mensuales (unos 3.500 euros), un sueldo notable en México, pero notoriamente inferior al que hoy percibe Enrique Peña Nieto, que cobra unos 140.000 pesos al mes. Aparte de su recorte de sueldo, AMLO quiere fijar topes máximos para los altos cargos de la administración, que no podrán ganar más de unos 6.000 euros en ningún caso.
Mientras da una de cal con esto da otra de arena asegurando que los salarios para los trabajadores mexicanos se incrementarán siempre por encima de la inflación. Quiere, además, llevarse todo esto a la Constitución mediante una enmienda. Parece populista y además lo es. Vamos a ver por qué.
Andrés Manuel quiere intervenir el mercado de trabajo fijando algunos sueldos y cargándoles a todos sobrecostes, interesado por el aplauso de los suyos y desinteresado por las desdichadas consecuencias de tales decisiones para todos, por desconocimiento o por vileza o por ambas. Estoy persuadido de que Andrés Manuel piensa que atacar el mercado que además de prosperidad, que el Estado legítimamente roba, produce pobreza, que Estado remedia, justificando así el robo, es su obligación. No acepta que atacar al mercado reduciendo su prosperidad y aumentando la pobreza significa que el Estado tiene menos botín para satisfacer más necesidades, pero no lo acepta no por falta de lecturas o experiencia observacional, no lo acepta por ideología. Los mejicanos querían un aire novedoso en la presidencia y se van a hartar de aire novedoso, que no limpio.
Un cordial saludo.