Chapuza de alta velocidad

Ni Berlanga lo hubiese escenificado mejor. Mariano Rajoy con su sempiterno traje oscuro y su corbata azul marino parado en mitad de la nada entre Valencia y Castellón dentro de un tren cuya línea había ido a inaugurar. Todo después de anunciarlo a los cuatro vientos y de que el ministerio del ramo invitase hace unas semanas a la inauguración a Rita Barberá, una ex alcaldesa que lleva año y pico muerta. Todo hecho con mucho bombo y más platillo, con autoridades, prensa y la fanfarria habitual en estos actos. No era para menos, Rajoy no inaugura nada desde 2015. Después de abrirse la línea de AVE a Zamora en diciembre de aquel año (no hubo inauguración porque pilló en plena campaña electoral) se metió en la vorágine del año sin Gobierno y posteriormente en los afanes que consumieron el año pasado.

Esta de Castellón era una línea largamente anunciada. Más que una línea nueva se trataba de una simple prolongación del AVE de Levante hacia la capital de la Plana. No muy larga, de sólo 74 kilómetros y en terreno llano. En principio nada complicado al lado de las proezas técnicas que han tenido que realizar los ingenieros de Adif para construir la red de alta velocidad sorteando cordilleras y profundas gargantas. Pero, a pesar de su aparente sencillez, la línea en cuestión estuvo gafada desde el principio. El tramo pertenece al corredor mediterráneo, que en esa zona ya existe en forma de una doble vía electrificada de ancho ibérico, una de los mejores tendidos ferroviarios de España apto para circular a 220 km/h. Todo pasaba por construir al lado una nueva plataforma con su pareja de vías pero de ancho internacional y electrificadas a 25.000 kV. Nada nuevo, de Madrid a Zaragoza o de Córdoba a Sevilla hay tramos en los que ambas redes discurren paralelas.

Pero en 2010 se les acabó el dinero y la obra se quedó en el limbo. Al llegar al año siguiente Rajoy al poder heredó el problema. Podría haberlo aplazado sine die hasta poder asegurar el presupuesto. A fin de cuentas las conexiones de Castellón con Madrid ya estaban aseguradas por modernos trenes Alvia que cambiaban de ancho en Valencia y continuaban su curso por la línea de Levante hasta Madrid. La duración del viaje era de tres horas, muy competitivo con respecto al automóvil en el que, respetando los límites de velocidad, no se tarda menos de cuatro horas y media.

[amazon_link asins=’B076CGKZ3H’ template=’ProductAd’ store=’f0279-21′ marketplace=’ES’ link_id=’c8c4c797-fff1-11e7-830b-cd9e68804dc6′] Dejarlo como estaba hasta mejor ocasión era lo que mandaba la prudencia. Pero Rajoy en Madrid y los políticos locales de la Comunidad Valenciana andaban caninos de inauguraciones. Venían de la burbuja, de no parar de cortar cintas y de gastarse el dinero como si no costase ganarlo. Bueno, lo cierto es que a ellos no les cuesta nada ganarlo, nos lo incautan a la fuerza. Así que se les ocurrió una solución, digamos, de bajo coste. Aprovecharían el tendido actual metiendo un tercer carril (un tercer hilo en jerga ferroviaria) en las vías ya existente para que pudiesen circular por ellas los trenes AVE, que emplean un ancho de 1,435 m. frente a 1,668 m. de la trocha ibérica. Y todos tan contentos.

Lo importante era hacerse la foto con los trenes de alta velocidad entrando gallardos en la estación de Castellón. Poco importaba si habían hecho el viaje a 300 km/h o a 160 km/h, la cuestión era sacar por la tele a ese tren con Rajoy bajándose ufano y sonriente de él como en los mejores tiempos del zapaterismo. Punto. No había más.

Se pusieron manos a la obra y en ello han estado los dos últimos años, interrumpiendo constantemente el tráfico ferroviario del corredor entre Valencia y Castellón y trastocando los horarios y disponibilidad de la red de Cercanías. Todo por el tercer hilo y la llegada del AVE. Pero el tercer hilo no trae el AVE, permite que un tren AVE entre en la vía pero no que desarrolle la velocidad para la que está diseñado. Es, por lo tanto, un AVE de pega, pura apariencia aunque, por supuesto a precio de AVE. Los que viajen entre Madrid y Castellón se encontrarán con que el AVE que no es un AVE cuesta un 25% más que el Alvia que si era un Alvia. Antes el viaje duraba tres horas y costaba unos 59 euros. Ahora sobre el papel durará dos horas y media y costará 80 euros.

Eso en el caso de que tarde las dos horas y media prometidas porque ayer Rajoy y su comitiva se comieron media hora de retraso por un problema en un cambio de agujas en Sagunto. En una línea tan saturada de tráfico como la Valencia-Castellón los problemas serán la norma y no la excepción. Cuando no se haya estropeado un Cercanías será el Euromed de Barcelona o el Regional de Teruel el que viene con retraso o un mercancías cargado de contenedores que no termina de llegar al apartadero.

En Valencia, con razón, se han quejado. Y no sólo los de Compromís, también los empresarios. Estos últimos se lo dijeron a la cara al ministro hace unas semanas. Éste, conocedor del apaño que perpetró su antecesora en el cargo, se puso rumboso y prometió solucionar el problema construyendo una nueva plataforma, esta vez sí, de alta velocidad. Pero no estará terminada antes de 2022, es decir, estará en 2040 si es que está algún día. Entretanto se comprometió a instalar otro tercer hilo en la otra vía para agilizar el tráfico. Traducción: 180 millones de euros más de gasto y nuevos cortes en el servicio. No habrá problema, claro, con la factura corremos los demás y con la paciencia también.

Más en La ContraCrónica

Ir a descargar

[amazon_link asins=’B072MFPP3F,B00QJDO0QC,B010S9M3L6,B01CT6SO7I’ template=’RejillaSinEncabezado’ store=’f0279-21′ marketplace=’ES’ link_id=’42cf7c33-ffef-11e7-9ee6-0941c1c6e9e2′]

1 Comment

  1. Cuando el volumen de pasajeros no justifica la inversión, es más, la desaconseja, entonces se justifica con la cohesión vertebración del territorio pese a que el AVE no es más que otro motivo para exponer agravios y oprobios entre autonomías o frente al Estado. El caso concreto de Castellón cumple con todos los absurdos, todos los despilfarros y todas las afrentas preceptivas, y además, con el añadido de ser un AVE de broma, que ni vuela ni deja correr, y que no es capaz de llegar a destino sin incidencias en su inauguración. Berlanga, que era extremadamente locuaz, se quedaría mudo y boquiabierto.
    Un cordial saludo.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.