
Este fin de semana se celebraron en Chile después de haberlas aplazado un par de veces a causa de la pandemia las llamadas elecciones de convencionales constituyentes, unos comicios planificados desde el año pasado para conformar una convención que se encargue de redactar la nueva constitución de la república, una constitución completamente nueva que sustituya a la de 1980. Estas elecciones al igual que el plebiscito que se celebró en octubre de 2020 son una consecuencia directa de las grandes movilizaciones callejeras que pusieron al país y al Gobierno de Sebastián Piñera en jaque hace año y medio.
Las elecciones constituyentes han arrojado unos resultados negativos para la derecha chilena que ha visto como las coaliciones de izquierda y los independientes le superaban ampliamente en escaños. Chile Vamos, la coalición de centroderecha que gobierna actualmente ha obtenido tan solo 37 de los 155 escaños. Al centroizquierda, que durante décadas se concentró en lo que en Chile denominan “concertación” le fue aún peor. La llamada Lista del Pueblo sólo sumó 26 escaños, dos menos que la izquierda agrupada en torno al Partido Comunista en una coalición llamada Apruebo Dignidad. El resto de la asamblea se lo han repartido entre pequeños partidos y muchos independientes que, en cierto modo, han sido los grandes protagonistas de estas elecciones. A partir de aquí la asamblea constituyente tendrá entre nueve meses y un año para dar forma a la nueva constitución. Habida cuenta de la nueva correlación de fuerzas en la asamblea es fácil imaginar que sesgo adquirirá la carta magna que salga de ella.
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