Este domingo buques de guerra rusos atacaron y capturaron tres barcos de la armada ucraniana cuando se disponían a atravesar el estrecho de Kerch, una angosta lengua de agua que separa la península de Crimea del krai ruso de Krasnodar. El estrecho de Kerch da acceso al pequeño mar de Azov y este a la cuenca del río Don, que se interna en la Rusia interior y permite navegar hasta el mar Caspio mediante un canal construido en tiempos de Stalin, que permite a las flotas mercantes de países como Kazajstán, Azerbaiyán o Turkmenistán llegar hasta el océano.
Hasta la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 el de Azov era un mar binacional, hoy es un pequeño lago ruso a pesar de que Ucrania sigue contando con una gran franja costera en el mismo. Este episodio reabre un conflicto que parecía dormido pero que está más vivo que nunca. Lo que nos viene a demostrar que la mejor manera de perpetuar una crisis es cerrarla en falso.
Los ucranianos tienen a una Rusia con las ideas claras y la constancia como principales virtudes y que está actuando en su vecindario como principal ventaja. Los ucranianos no son una potencia ni tienen aliados dignos de tal nombre. La Unión Europea se alegrará mucho de que Ucrania no se rinda y la alienta con sus mejores deseos. Los EEUU se alegrarán mucho si aquello no se convierte en un desastre humanitario aunque lo desean en silencio. Quién arriesgará vidas y dinero por un territorio que solo tiene valor para rusos y ucranianos, rusos y ucranianos. Quien arriesgará vidas y dinero por la justicia que asiste a los ucranianos, los ucranianos. Y quién elevará las más airadas protestas en todos lo foros internacionales ante las atrocidades de la injusticia rusa, la UE que con un poco de suerte usará a Ucrania como coartada para impulsar el ejército europeo que nos costará cien veces ese dineral que no quieren gastarse en la OTAN. Crimea es, otra vez, la pesadilla de los ucranianos y una nueva confirmación de la inanidad europea.
Un cordial saludo.