El momento de Arrimadas

Publicó ayer El País un sondeo de Metroscopia sobre las elecciones catalanas del 21-D. El sondeo, que es eso mismo, un sondeo y, por lo tanto, hay que cogerlo con diez pares de pinzas, nos arroja un empate perfecto entre el bloque constitucionalista y el independentista. Empate que rompería Podemos, que no es ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario, como en la célebre comedia de Tono y Mihura. Lo llamativo es que coloca a Ciudadanos a sólo tres décimas de ERC, es decir, que Arrimadas recoge buena parte del voto del descontento al tiempo que condena al PP a la insignificancia. Esquerra, por su parte, acusa el golpe de no presentarse con los antiguos convergentes. Respecto a la CUP, seguirán ahí, aunque con algunos escaños menos.

Si en lugar de estar hablando de una encuesta hablásemos de resultados finales tendríamos un escenario endiablado. Empate de votos (46%) pero no de escaños (67 los independentistas frente a 60 de los constitucionalistas). Podemos lo desharía con los ocho escaños que les atribuye la encuesta. Por provincias la más independentista es Gerona y la menos Barcelona. En esta última, de hecho, ganaría el bloque constitucionalista cómodamente. Pero esto es algo que ya sabíamos. El independentismo es muy fuerte en las comarcas rurales, especialmente en las del norte del principado. Eso es lo que explica que ganen en escaños con los mismos votos o incluso con menos. Un escaño es mucho más barato en Gerona que en Barcelona.

La sorpresa salta cuando comparamos el sondeo con los resultados de las elecciones de septiembre de 2015. En aquel entonces los constitucionalistas (Ciudadanos, PSOE y PP) sumaron un 39% de los votos mientras que hoy obtendrían el 46%. El bloque independentista (ERC, JxC y CUP) obtuvo un 48%, hoy se quedaría en el 46%. Luego hay un empate que sólo puede deshacer ese ente amorfo, líquido, a veces gaseoso llamado En Comú Podem, que tampoco sale muy bien parado en la encuesta. Pierden mas de dos puntos y se dejan tres escaños.

La realidad es que todos pierden con excepción de Ciudadanos, que es quien mejor ha capitalizado estos tres meses de locura. El viento lo tienen de popa y en eso influye el hecho de que Ciudadanos sea un partido esencialmente catalán. No es casualidad que su líder nacional sea catalán como lo son la mayor parte de sus pesos pesados (Girauta, Villegas y Nart). Conocen bien el paño y donde aplicar presión. Al parecer Rivera está dejando mano libre a Arrimadas para elaborar las listas, para diseñar la campaña y para pactar el día después. Todas las elecciones se pelean sobre el terreno, conociéndolo palmo a palmo y sabiendo por donde respiran los votantes, cuáles son sus filias, sus fobias y qué tipo de mensaje hay que dirigirles.

Exactamente lo contrario de lo que está haciendo el PSOE y el PP, cuya estrategia no se traza tanto en Barcelona como en Madrid. En el PSC andan emocionados con lo que han dado en llamar «solución Borgen» por una serie televisiva danesa de temática política. En el curso de esta serie una candidata de un partido menor llega a primera ministra valiéndose de las carambolas y de la debilidad de los grandes. No sé yo si les terminará saliendo, pero Iceta parece que anda muy motivado con la idea.

Porque, claro, aquí hay un problema. En el caso de que el bloque constitucionalista obtenga los preceptivos 68 escaños y pueda formar Gobierno lo suyo es que lo forme el candidato de la lista más votada, que no será la del PSC, sino la de Ciudadanos encabezada por Inés Arrimadas. Ahí no hay mucho Borgen que valga. Pero no es extraño, el PSC fue siempre muy dado al realismo mágico, como cuando, en el pasado, creyó que concurriendo a las elecciones con los nacionalistas pata negra de Ciutadans pel Canvi éstos iban a dejar de serlo.

En el PPC son más ineptos todavía. Recordemos que este partido en sus buenos tiempos, allá por 1995, llegó a ser la tercera fuerza política de Cataluña con un 13% de los votos y 17 escaños. Luego pasó lo que pasó. Primero Fernández Díaz (el joven, el hermano pequeño del ex ministro), luego Josep Piqué y, tras el interregno de Daniel Sirera, que era medianamente solvente, el desastre sin paliativos de Alicia Sánchez-Camacho, que ya se las tuvo que ver con el joven Rivera en sus primeros años. Desde 2015 tratan de recuperar terreno con Xavier García Albiol, ex alcalde de Badalona y un tipo muy carismático entre la derecha españolista catalana. Pero Albiol llegó con el partido hecho un guiñapo y superado en todos los frentes por Ciudadanos. Su autonomía es muy limitada. Para Génova no es más que un peón perfectamente sacrificable como en su momento lo fue Vidal-Quadras.

En esa tierra de nadie por la que merodean los comunes de Ada Colau y Xavier Domènech también reina la confusión. Y de nuevo estamos en las mismas. Domènech sabe que tiene que prodigarse en moderaciones para absorber voto independentista templado, gente desengañada del ‘procés’ pero que sería incapaz de votar al Ciudadanos, al PSOE o, no digamos ya, al PP. Desde Madrid, sin embargo, la consigna que le envían es otra. Le piden radicalismo, no nacionalista, pero si ideológico. El espacio que Pablo Iglesias quiere ocupar es el de la CUP, atraerla hacia la casa común de la extrema izquierda, desactivar su lado más soberanista y luego pactar con quien quiera hacer saltar el régimen del 78 por los aires. Resumiendo, tanto Pablo Iglesias como Mariano Rajoy ven esto en clave nacional y quieren que sus respectivos candidatos interpreten una partitura acorde a las prioridades de Madrid.

Podríamos pensar que al menos el bloque independentista si que lo tiene claro y, conocedor del terreno mejor que nadie, dará el do de pecho durante la campaña. Lo del do de pecho aún no se sabe, pero no parece que vayan a estar muy afinados cuando se dispongan a darlo. La campaña de ERC depende de un tipo, Oriol Junqueras, que está en la cárcel de Estremera con la comunicaciones muy limitadas. La de Junts per Catalunya (el nuevo nombre del PDeCAT) está en manos de Carles Puigdemont, un prófugo de la Justicia que para por algún lugar de Flandes y que ha decidido echarse al monte en una carrera de pura supervivencia personal.

Normal que con tanto desbarajuste la única que mire el futuro con optimismo sea Inés Arrimadas. Está en su momento. Debería aprovecharlo.

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1 Comment

  1. Las elecciones del 155, cargadas de prófugos y encarcelados, no traen soluciones sino un retrato costumbrista del paisanaje y los modos que se estilan por Cataluña a raíz del despropósito secesionista. Es este bodegón, Arrimadas es un faisán gordo que capitaliza el sentir de las manifestaciones constitucionalistas, pero le pasa como al resto de elementos del cuadro, ninguno es el protagonista y todos están muertos, es decir, nadie va va arrasar y nadie puede solucionar el cristo social perpetrado. Si Arrimadas se convierte en Presidente, tendrá a su administración en contra y a unos socios taimados, y si se convierte en la jefa de la oposición será lo que hasta hoy, una catalana de segunda a los ojos de su Presidente. Qué momento.
    Un cordial saludo.

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