¿Es Rusia un protectorado chino?

Xi Jinping visitó Moscú la semana pasada para sostener una reunión de alto nivel con su homólogo ruso Vladimir Putin. Tras la reunión, que fue muy distendida, se comprometieron a fortalecer los lazos políticos y económicos que unen a sus dos países. Rusia se encuentra en un momento especialmente delicado así que en el Kremlin trataron de escenificar la cumbre con mucha pompa y gran ceremonia. China se ha convertido en un importante salvavidas económico para Rusia, que enfrenta una batería inacabable de sanciones occidentales a causa de la guerra en Ucrania, algo de lo que Xi Jinping quiere sacar partido diplomático ofreciéndose como mediador en el conflicto. Pero ni los ucranianos ni sus aliados occidentales se fían del líder chino, a quien no sin razón consideran el principal soporte internacional del agresor.

Lo cierto es que para Vladimir Putin, China es algo más que un simple aliado. Hoy por hoy es su socio principal, un apoyo fundamental en el ámbito económico, tecnológico y diplomático del que depende más que nunca para mantenerse a flote. Según se extrae de los datos proporcionados por el Gobierno ruso, entre enero y febrero las exportaciones chinas a Rusia se incrementaron casi un 20% hasta los 15.000 millones de dólares, mientras que las importaciones desde China han crecido un 20% hasta los 18.600 millones de dólares. El yuan es ya la divisa más negociada en la Bolsa de Moscú por encima del dólar o el euro. Rusia, por su parte, ha superado a Arabia Saudita como mayor proveedor de crudo de China. Sólo en lo que llevamos de año, las exportaciones rusas de petróleo hacia China han aumentado un 25%.

Pero no se trata ni mucho menos de una relación entre iguales. La economía china es diez veces más grande que la rusa, su superioridad tecnológica es cada vez más evidente y, desde que empezó la guerra en Ucrania, su peso específico en el concierto internacional es mucho mayor. Algunos analistas hablan ya de Rusia como un protectorado chino, pero quizá sea demasiado prematuro calificarla como tal. Dependencia no es sinónimo de sumisión. China, que se enfrenta a un Occidente hostil y a una economía interna en desaceleración, necesita a Rusia de su lado si quiere consolidarse como potencia dominante en Asia y aspirar a la hegemonía mundial.

Rusia sigue siendo una potencia nuclear de primer orden y un importante exportador de energía, materias primas y alimentos. La economía rusa, aunque visiblemente dañada por la guerra, ha demostrado hasta ahora una notable resistencia frente a las sanciones occidentales. El país tiene un valor estratégico y económico que China necesita mientras se prepara para seguir creciendo y antagonizar con Estados Unidos. Rusos y chinos comparten una frontera terrestre muy larga, de más de 4.000 kilómetros, y completamente libre de amenazas externas. Eso da un respiro a ambos para concentrarse en sus respectivos adversarios en el este y el oeste.

El problema principal es ahora la guerra en Ucrania, una aventura en la que Putin se metió hace más de un año de forma un tanto temeraria y que no está saliendo conforme a lo planeado. Xi Jinping no quiere que Putin pierda la guerra y Rusia termine devorada por el caos o, peor aún, que se enfrente a un cambio de régimen del que podría surgir una Rusia diferente menos cercana a los intereses chinos. Pero tampoco quiere ser visto como cómplice de la invasión. El apoyo de China a Rusia es inquebrantable, pero su mensaje a otros países es mucho más neutral y moderado. No es una posición cómoda, pero quiere jugar esa carta hasta el final.

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