Israel contra Netanyahu

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, cesó este domingo a su ministro de defensa, Yoav Gallant, en un postrer intento de poner fin a los problemas que le está generando su plan de reforma judicial. Esta reforma, que busca reducir el poder del Tribunal Supremo e incrementar el del parlamento (el Knesset), ha desatado protestas multitudinarias durante los dos últimos meses por las calles de las principales ciudades del país. Los manifestantes acusan al Gobierno de atentar contra la democracia y de provocar a sabiendas un cambio de régimen. El cese de Gallant se produjo un día después de que el ministro sugiriese retrasar la aprobación de la reforma ya que la disconformidad dentro del ejército supone una grave amenaza para el país.

Netanyahu, que regresó al poder tras las elecciones de noviembre del año pasado, no puede permitirse fisuras internas. Si se retrasa la votación de la reforma en el parlamento su coalición, débil y muy escorada a la derecha, podría colapsar y provocar la convocatoria de unas nuevas elecciones legislativas, que serían las sextas desde 2019. Sus aliados quieren sacar adelante la nueva ley cueste lo que cueste. Esto puede traer de la mano un conflicto constitucional de primer orden, algo de lo que algunos analistas ya han advertido.

El hecho es que Israel atraviesa una crisis política muy profunda no desde hace dos meses, sino desde hace cuatro años. Los equilibrios parlamentarios son muy inestables y eso ha tenido como consecuencia que el país haya tenido tres primeros ministros en los dos últimos años. La discordia parlamentaria ha terminado por convertirse en una guerra abierta en la calle con motivo de la polémica reforma que está sacudiendo Israel en estos días. El país atraviesa la crisis política más grave desde que fue fundado hace 75 años. La discusión ha salido del parlamento y se ha instalado en la opinión pública, donde la polarización es máxima. La crisis ha adquirido también una dimensión estratégica, ya que el país enfrenta dos nuevos peligros interconectados entre sí. Por un lado, supone una amenaza para la cohesión interna de las fuerzas armadas y, por otro, la posibilidad de que los enemigos de Israel vean sus problemas internos como una oportunidad para atacarles.

La salida del Gobierno de Gallant, un prestigioso militar que entró en política hace menos de diez años, marca un punto de inflexión y complica aún más las cosas a Netanyahu, que quería aprobar la reforma esta misma semana y poner así punto final al problema que le está agriando los primeros meses de mandato. Pero el Netanyahu de hoy no es el de hace una década, su popularidad ha decrecido y muchos lo consideran la causa de que la política israelí haya enloquecido de un tiempo a esta parte. Las elecciones del año pasado las ganó con sólo el 23% de los votos, lo que le forzó a cerrar una coalición con otros cinco partidos de derecha conservadora y tendencia religiosa.

Pero el Netanyahu de nuestros días no es más que el resultado final de una extraordinaria atomización parlamentaria que forma bloques muy frágiles y de límites difusos. La reforma, que per se es un asunto de la máxima relevancia, no ha hecho más que catalizar un descontento con la clase política que atraviesa a toda la sociedad israelí desde hace años.

En La ContraRéplica:

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