
Donald Trump ha abierto esta semana la mayor crisis de Gobierno de su mandato. El martes anunció la destitución del secretario de Estado, Rex Tillerson, y su sustitución por Mike Pompeo, actual director de la CIA. Fue un despido al más puro estilo Trump: a través de Twitter y sin dejar posibilidad de defensa al afectado que, como el resto del mundo, se enteró a través de esta red social. Tillerson llevaba más de un año atascado en el Departamento de Estado. No había conseguido hacerse con él. Pero lo que le ha terminado de matar ha sido su mala relación con el presidente. Trump quiere tenerlo todo bajo control y a Tillerson simplemente no le controlaba. Con un escenario internacional tan caldeado como el actual no podía permitirse más negativas. El presidente es él y eso lo quiere dejar bien claro.
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Si eres cesado vía twitter por el Presidente al año y pico de ejercer tu cargo, no hay calificativos descriptivos que no sean sinónimos de fracaso. Pero no solo es un fracaso profesional, también es un fracaso de quien te nombró y por supuesto de lo que representas. Total que Rex sale humillado, Donaldo consolida su legendaria nefasta mano izquierda para la diplomacia y la política exterior estadounidense queda en entredicho a la espera de un bandazo tras la toma de posesión del siguiente recadero para asuntos de fuera de Donaldo. Los dos grandes pecados de Rex han sido desconocer el trabajo y discutirle al jefe. Miguel Ricardo solo cometerá el primero.
Un cordial saludo.